lunes, 24 de enero de 2011

Observatorio Sociológico publica este relato de un joven colega, una vivencia que ilustra una realidad sumamente común en Juárez.

A history of violence

Alejandro Sapién *

Es difícil terminar de aceptar este caos y masacre en que vivo y vivimos cada uno de los fronterizos, si claro, hay quienes desean seguir viviendo en su burbuja ya no tanto por indiferencia o apatía, sino por esquivar y no paranoicarse de la violencia en todos sus ámbitos. Se recurre a la tan mencionada lógica “hasta que me pase algo me sensibilizo” o “quizás participe en una acción social en pro de comunidad”; también a alguien le habrá tocado conocer a personas que se han visto envueltas en un hecho violento,  si no directamente alguien que haya sufrido una perdida de un amigo o familiar, o bien, inmiscuido en un secuestro, extorsión, robo, asalto, etc.; presenciado algo sangriento, o pasado por un centenar de policías o militares acordonando calles donde momentos antes se suscitó una ejecución.

Son muchos, sino cientos o miles de retenes que día y noche paso por la ciudad; “¿joven a donde va? ¿ a que se dedica?, ¿puedo revisar su auto? ¿Me da por favor sus datos para un mayor control?, venimos a cuidarlos”. Me rehusó acostúmbrame a esto, pero cada día que pasa se repita la misma fotografía, como si el tiempo fuera un aliado de todo este ambiente gris que carcome la tranquilidad, armonía y paz que por cierto ya hace mucho tiempo dejó de existir cuando menos para mucho gente de esta ciudad.

Gente de Veracruz que se va, casos de personas que se emigran al otro lado, a la vecina ciudad de El Paso o más arriba; no quiero irme, aquí está mi familia, amigos, una vida en plena construcción donde esta ciudad ha sido y será mi casa a pesar de la adversidad. Solo me queda en este momento escribir, ser parte de esta historia del presente, pues la escritura, así como la fotografía, u otras creaciones humanas, representarán la memoria de lo que alguna vez sucedió, como las imágenes de los campos nazis que se fundamentaban en no olvidar lo que pueda o no pueda volver a suceder.

Durante mi jornada de trabajo me estaciono para comer unas gorditas con Don Raúl allá en la colonia Guadalajara Izquierda, de inmediato lo que escucho antes de pedir mi orden, es la conversación de Don Raúl con un doctor hablando precisamente de la violencia en esta frontera, dice Don Raúl: “iban por mi papá los canijos pero lo confundieron con un bato, a ese bato lo subieron y ya despuecito lo bajaron cuando se dieron cuenta que no era mi jefe”, el doctor comenta: “yo ya ando en el paso”, le contesta Don Raúl, “órale ¿en El Paso Texas?”, responde el Doctor: “no hombre, en el paso de desnivel”, los dos ríen, sin embargo el doctor añade: “ No se crea Don Raúl, si ya cambié el consultorio al El Paso, y se acuerda el de las pinturas, el de la funeraria, pues ellos ya también cambiaron changarro”. Historias de vida como estas difícilmente las veremos, escucharemos y leeremos en los medios masivos, son vida particulares, voces de la vida cotidiana que en lo personal me informan mejor que una noticia a medias, o una nota con intención de vender el morbo y curiosidad de la gente.

Precisamente esto último el morbo y curiosidad, me terminaron de invadir este sábado pasado, como si la psicología de masas estuviera a la orden del día, como un fantasma acechando para invitar a respirar la muerte, que ya de por si ha tenido mucho jale, y pareciera confirmar su invulnerabilidad.

Eran las diez de la noche, y en eso sonaron una serie de ráfagas de disparos no muy lejos de mi casa como a dos cuadras, de inmediato la jefita no tardó en decir “no salgas mijo”, sin embargo, una ola de vecinos salían a ver que es lo que pasaba, sin saber uno en ese momento el verdadero motivo de tal llamado. Un vecino y yo nos asomamos apenas a la esquina, cuando a lo lejos vimos unas sirenas de "nuestros protectores de la justicia" (sarcasmo en ese instante), “ándale vamos a ver me dijo” “al cabo ya llegó la chota”; nos arrancamos y en medio de los dos parques, dos carros eran revisados por los federales; algunos vecinos comentaban entre si, “¿quién será?” “¿será alguien de aquí?, cuando en eso los federales empezaron a disparar hacia una dirección contraria a ellos como si fueran atacados repentinamente, uno de ellos con su fusil disparaba descontrolado como si lo hubieran herido, pero da la casualidad o infortunio que en medio de ese trayecto de los proyectiles se encontraban los vecinos como espectadores; me agache en cuclillas escuchando el aire o zumbido de las balas como un campo de batalla, observé a varios vecinos corriendo sin voltear, otros bocabajo con las oídos tapados, y cuando tuve oportunidad trote lentamente hacia un lugar más seguro, junto conmigo me rebasa un vecino agarrándose la muñeca de su mano derecha, la cual derramaba un chorro de sangre, él decía: “también le toco a Lucho una bala en el brazo”, mujeres y niños gritaban sin parar………………………………………………………………………………….

Y en el noticiero de la noche se decía que ningún vecino había sido herido.





*Sociólogo, analista de Educación en Valores.

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