domingo, 12 de julio de 2009



José Roberto Hernández Fuentes---------------------


Las elecciones pasaron, el abstencionismo y el anulismo se presentaron, y el pasado…se hizo presente.


México acaba de vivir un proceso electoral en donde se “renovó” la Cámara de Diputados o bien la cámara baja. En estas elecciones como en las anteriores se presentó un alto porcentaje de abstencionismo por parte de la ciudadanía. Escuchando datos a través de los distintos medios de comunicación se informa que de los 77 millones de personas inscritas en el padrón electoral sólo acudieron a votar 34 millones, es decir menos de la mitad. Otro fenómeno que se suscitó en este proceso electoral fue el llamado voto nulo. Los informes arrojan porcentajes que van desde el 5 al 8 por ciento de votos anulados por parte de la ciudadanía que acudió a las urnas, nada mal para un fenómeno electoral que recién comienza a tomar fuerza en el país.

En lo que se refiere al abstencionismo y el porcentaje que obtuvo en estas elecciones, no queda más que resaltar los aspectos negativos de este comportamiento del electorado que de alguna manera se justifica tanto para bien como para mal, y es que la causa de éste fenómeno no puede ser atribuida exclusivamente a una simple actitud apática de la sociedad civil en cuanto a su participación política se refiere, sino también al desarrollo de los partidos políticos y su disfuncional relación con el electorado y en general con la sociedad mexicana. Como lo he mencionado en opiniones anteriores y como se ha manejado reiteradamente en la esfera pública, el tema de la política en México y sus principales actores es uno de los que más denostaciones emite en cada conversación que lo refiere. Corrupción, impunidad, negligencia, abuso de poder, demagogia, traición, soberbia entre otros son algunos de los principales calificativos que distinguen hoy en día al sistema de partidos y quienes lo componen así como algunos o muchos de los funcionarios públicos que laboran en cualesquier institución estatal (tal es el caso del IMSS, sólo por citar un ejemplo). La poca transparencia de la política, la falta de ética y de compromiso de algunos políticos y la insensibilidad del progreso nacional en todos sus ámbitos envisten parte de la razones o motivos por los cuales grandes sectores de la sociedad civil dejan de participar en la vida política de México. Sin embargo, a pesar de los argumentos que se puedan presentar a favor del abstencionismo, éste no deja de ser un gran limitante para el desarrollo democrático y político de nuestra nación. El abstenerse de votar sólo refleja la degradación de la cultura política dentro de la sociedad mexicana e implica y denota además de apatía, un extraño conformismo con la situación actual así como un entreguismo de nuestra vida democrática a aquellos quienes se encuentran en posiciones de poder bajo la insignia de la representación popular. Quizá el abstencionismo también sea causado por la ignorancia acerca de las vías de participación ciudadana y al mismo tiempo sentirse atado de manos al no saber como aportar objetiva y productivamente algo para la construcción de una verdadera democracia en el país. Esto último basándose en la creciente incredulidad de la fiabilidad de los procesos electorales históricamente controvertidos y oscuros. Éste negativo fenómeno tiene que derrotarse, y sólo a través de la información, de la transparencia y de una política congruente y efectiva que este acorde a una realidad social puede lograrse, pues la veracidad y factibilidad de estos argumentos devolverán la credibilidad a la sociedad civil mexicana respecto a sus sistemas político y de partidos.

El voto nulo fue otro aspecto que hizo eco en estas pasadas elecciones federales. Algunos sectores de la población mexicana se pronunciaron a favor de esta opción electoral, varios intelectuales del país también hicieron su labor apoyando dicha alternativa, expresando varios argumentos por los cuales anular el voto sería una elección justa, valiente y efectiva. Prácticamente todos los partidos políticos y sus principales personajes se pronunciaron decididamente en contra del este anulismo electoral, ya que según ellos atentaba gravemente la democracia en México, en general todos los argumentos que provenían de ellos partían de ese principio general. Lo cierto es que el voto nulo fue una verdadera forma democrática de expresar el sentir de la ciudadanía, de hacer notar el cansancio, el fastidio y el hastío que produce la actual manera de hacer política en México. Más allá del pesimismo de algunos respecto a este tema, el voto nulo tuvo éxito en su, digamos, primera incursión dentro de los procesos electorales, de hecho tuvo bastante que ver con los radicales resultados que obtuvieron los principales partidos políticos mexicanos, además de no permitir que un partido como el Social Demócrata (PSD) alcanzara el porcentaje necesario de votos para lograr el registro como tal. Pero lo más importante de todo esto no consistía en desestabilizar o mermar las cantidades de votos que pudieran obtener los partidos políticos, sino en hacerles saber a esos mismos partidos que poco a poco la sociedad civil mexicana comienza realmente exigir de manera democrática cambios trascendentes que verdaderamente vayan en dirección hacia un progreso nacional en todas sus dimensiones. En esta ocasión el voto nulo sólo se presentó como un llamado de atención al sistema de partidos y en general al sistema político mexicano, pero si las cosas siguen sin mejorar o al menos no se lleguen a ver esfuerzos reales por parte de quienes gobiernan este país, el voto nulo tomará más fuerza y por ende los resultados serán más contundentes. Una buena noticia para los que optamos por anular nuestro voto, no hemos fracasado.

Debido a los resultados de estas pasadas elecciones, la Cámara de Diputados ha cambiado su conformación. Hoy volvemos a tener mayoría priísta en el Congreso de la Unión, el Partido Revolucionario Institucional aprovecho la coyuntura política por la que atraviesa el país e inteligentemente se logró ubicar en las preferencias de los votantes. El lema “nosotros si sabemos gobernar” fue el eslogan de campaña de los priístas que hoy vuelven a ubicarse como la primera fuerza política en México. Pero, ¿verdaderamente saben gobernar? para contestarnos esa pregunta es oportuno acudir a los anales de la historia y revisar lo que hicieron durante décadas los gobiernos de este partido político, destacando algunos años realmente lamentables que durante sus gestiones experimentó la nación, personajes políticos tan desagradables que sólo mencionarlos no merece la pena. Es realmente una desfachatez que se atrevan a decir que “si saben gobernar”, cuando todos hemos sido testigos del poco o nulo progreso que el país tuvo durante esos 71 años de gestión ininterrumpida, cuando naciones como Brasil y Chile se han logrado desarrollar en mucho menos tiempo. Entonces a que se refieren con “saber gobernar”, realmente es muy lamentable escuchar eso. Esperemos que éste partido haya aprendido la lección y en esta nueva oportunidad haga bien las cosas y deje de lado sus intereses partidistas que siempre lo han caracterizado.

El Partido Acción Nacional es hoy el gran derrotado, muy poco le duro el gusto de ser la mayoría en el Congreso, no supo manejar ese privilegio político. La situación que vive el país en la actualidad con la delincuencia a tope y la corrupción al descubierto, aunado a las condiciones económicas mundiales son dos grandes retos que el panismo ha batallado para afrontar. Las legislaciones panistas no han logrado echar frutos, las reformas no avanzan y el país sigue estancado. Además en estas elecciones el PAN sufrió de fuertes exposiciones de corrupción por parte de algunos de sus personajes políticos, lo cual lo llevó a un desgaste más fuerte que la sociedad civil no toleró. Al mismo tiempo su presidente Germán Martínez Cázares no manejó con inteligencia y prudencia la campaña panista, ya que al caer en ese juego de “dimes y diretes” con el PRI, dejó de lado la propuesta política y por ende su plataforma electoral. Esa estrategia ya no funciona, ya no atrae gente, todos en México sabemos de sobra que cada uno de los partidos políticos tienen su “cola que le pisen”, por favor, ya no caigamos en esas bajezas políticas. En fin, parece ser que el panismo vuelve a su realidad, y quizá le den el golpe final en las siguientes elecciones presidenciales. Es una pena.

Por último, lo que se conoce como la izquierda política en México, es decir el Partido de la Revolución Democrática (PRD) fue sacudido hasta los huesos en estas pasadas elecciones. Es de nuevo la tercera fuerza en el Congreso y esto gracias a la ayuda de partidos como el PT y Convergencia, pues sin ellos quien sabe de que estaríamos hablando en estos momentos. Sus incurables fracturas internas, sus desafortunados escándalos en las tribunas de las Cámaras y el desgaste continuo de su principal figura política Andrés Manuel López Obrador, llevaron al partido a desaprovechar su antigua posición política y caer rápidamente a ese agrio tercer lugar. La izquierda política sigue sin tomar fuerza en este país, sus ideólogos deben replantearse su futuro y tomar acciones que lleven a esos partidos políticos a lugares importantes y decisivos dentro de la política nacional, pero sobre todo deben procurar el no volver a dejar ir las oportunidades y mucho menos la confianza del pueblo.

Así las cosas en la política nacional mexicana. Pareciera que todo vuelve a la normalidad y las piezas se vuelven a acomodar después de un efímero intento por reconfigurar la estructura política. La situación no ha cambiado, que era lo que se buscaba, quizá empeora, no lo sabemos, sólo lo sentimos. Por tal razón una parte de la sociedad mexicana vuelve a darle el voto de confianza al pasado priísta. El panismo no ha funcionado como se esperaba, el perredismo no se ha logrado arraigar y el priísmo inteligentemente aprovecha esos errores. El pasado hace eco en nuestro presente, reflejando y haciéndonos saber que lamentablemente México carece de alternativas políticas reales y convincentes.