miércoles, 28 de diciembre de 2011

TEORÍAS DEL DESORDEN Y DEL CAOS               



Ernesto Ortiz Diego

El sociólogo francés Georges Balandier es el representante de este enfoque de la teoría del desorden y del caos y de la sociología dinámica, orientado al estudio del cambio de los movimientos sociales y del futuro de las sociedades, busca dar respuesta a las preguntas de cómo, por qué y hacia dónde se encaminan las sociedades modernas.
Lo más significativo de Balandier es la reflexión que hace sobre el orden y el desorden. Señala que no hay un orden definitivo en los sistemas sociales, sino que existe siempre un desorden inherente al orden que amenaza permanentemente su desarrollo.
El gobierno de Ángel Aguirre, quien rentó las siglas del PRD, PMC y PT, ha caído en varios tipos de violencia como la provocada cuando las distintas corporaciones policíacas y el ejército asesinaron a dos estudiantes de Ayotzinapa el pasado 12 de diciembre: violencia catastrófica, porque cada vez se enreda más al tratar de inculpar a los estudiantes normalistas haciendo declaraciones absurdas a los medios informativos; violencia como instrumento político para eliminar a servidores públicos surgidos del PRD, para tratar de gobernar con viejos priistas como Humberto Salgado Gómez (secretario General de Gobierno), Raúl y Jorge Salgado Leyva (educación y finanzas), Jorge León Robledo, Silvia Romero Suárez (educación), Porfirio Camarena Castro (coordinación de asesores), es decir, los puestos más importantes donde se manejan las finanzas, la política y la educación; para el año entrante vendrán otras bajas en Desarrollo Social, Salud y la subsecretaría de Asuntos Políticos.
Balandier señala que el poder está sometido a constantes amenazas: “la de la verdad, que hace añicos la cortina de sus apariencias; la de la sospecha, que le obliga a revigorizarse periódicamente. Su alarde es la dramatización, que alcanza su mayor intensidad durante los periodos de vacío de poder como el que se está viviendo en Guerrero a raíz del conflicto del gobierno de Aguirre con la Escuela Normal Rural de Ayotinapa “Raúl Isidro Burgos”.
Los medios de información del gobierno de Aguirre: la dirección de Comunicación Social, Radio y Televisión de Guerrero y el grupo de pseudoperiodistas “chayoteros”, desatan una permanente y continua teatralidad de la politiquería de baja estofa y de muestran una incapacidad para calcular y dominar los efectos del espectáculo de la grilla de bajo nivel cultural.
Al mismo tiempo que las ideologías se debilitan, en situaciones de desorden y caos, aumenta el poderío de la opinión pública que apoya a los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa. La opinión de la opinión pública termina por adquirir vida propia, cambia de forma, y queda disuelta la política en los mediático y en el espectáculo.
Balandier sugiere la necesidad de revaluar el concepto “desorden” e inicia la vía de la reflexión en esta dirección con el objeto de mostrar las múltiples vías de la relación orden-desorden-orden. Este planteamiento rompe con los esquemas estructuralistas de la determinación social y política; a partir de la observación del desorden en el seno de los partidos y del gobierno como ha estado ocurriendo con la relación gobierno de Aguirre-Ayotzinapa-movimientos sociales y en general en la sociedad civil podemos ampliar aún más esta reflexión.
Asimismo, el sociólogo Balandier, señala la necesidad de prestar atención a lo imprevisto en la política (como sucedió con el Caso Ayotzinapa), que de momento se recrudeció el 12 de diciembre con los asesinatos de los estudiantes, ya que en el sistema político existen zonas claras y zonas oscuras, estructuras muy formalizadas y no formalizadas que escapan al control gubernamental como sucedió con la policía federal y el ejército que escaparon del control del gobierno de Aguirre al disparar sus armas de alto poder contra los estudiantes desarmados.
Volveré con este mismo tema…


sociólogo (UIA), politólogo (IIEPA

miércoles, 14 de diciembre de 2011

La crisis de México: ¿económica y axiológica?                                 

Samuel F. Velarde

En los momentos actuales en que se gesta una crisis mundial financiera, relacionada con un capitalismo especulativo donde el mercado ha impuesto reglas del juego en ocasiones intolerables para las sociedades y donde el Estado en más de una ocasión, ha dejado de lado su función regulatoria, aunado a la incapacidad de las instituciones financieras de impedir con alto grado de seguridad la crisis como la griega,  nuestra crisis, se aprecia doblemente.
Primero, por la incapacidad del Estado en implementar políticas eficientes en relación con el empleo, la salud, la justicia y la educación, pilares fundamentales entre otros,  para sanear una estructura social. Donde los individuos puedan tener un escenario pleno de desarrollo y garantía sociales y que al enfrentarse a una crisis como la mencionada, existiera al menos un colchón de contención que impidiera un daño de mayor impacto entre la población. Sin embargo, las condiciones estructurales del país (aunque se pague la deuda a tiempo y lo macroeconómico sea el canto de los cisnes) no están para soportar una embestida como la esperada el próximo año.
Segundo, la debacle moral y política por la que atraviesa el País, una crisis no vista anteriormente donde se conjugan variables tales como la alta criminalidad, la impunidad, la corrupción, la crisis de valores inherentes a una sociedad que al perderlos, se da un vacio del entramado existencial o del ethos de los pueblos, por ende una pérdida de brújula y de objetivos como nación. Y a nuestro juicio esto ha permitido vulnerar más a México, en el sentido de que cada vez más su sociedad se ajusta y acostumbra a un clima de violencia y corrupción sin medida. Y lo más grave, donde se van dando generaciones de jóvenes sin una conciencia del ser mexicano, de compromiso hacia la patria o la nación, ni siquiera con un orgullo nacional basado en lo mejor de un país y si agregamos lo patético, el nacimiento de jóvenes asesinos, un lumpen producto de las circunstancias, de un sistema que desclasa y margina, que ofrece incluso la ocasión del gusto por matar.
Doblemente pues, la crisis del México actual se mueve a mi parecer en estos dos ejes. Ahora viene lo político, estamos a punto de entrar al umbral electoral, deteriorado por una clase política vanidosa, insistente en gobernar con las viejas pautas caciquiles y de dominación corporativa (incluido el PAN). Políticos que no pudieron cuajar una democracia más eficiente y justa, dejando a un lado los intereses nacionales por los partidistas. Justo ahora, en la crisis moral, los políticos no tienen la solución para salir de ella, al contrario, el fantasma de la corrupción y narcotráfico gira alrededor de ellos.
Finalmente ante la escatología del 2012, la crisis real se impone, habría que ver si la sociedad mexicana saca lo mejor de sí misma y exige sin miramientos un país mejor, o nos terminamos de hundir en un país de confusiones, mentiras, halagos míseros y conformismo, dándole el adiós, al México de nuestros sueños.

martes, 6 de diciembre de 2011

La izquierda mexicana y la reconstrucción de su imagen
José Roberto Hernández Fuentes

Hace poco más de dos semanas se llevó a cabo la presentación de los resultados de la encuesta que definiría al candidato de “las izquierdas” rumbo a los comicios electorales que se celebrarán en México el próximo año, dando como ganador en las preferencias de la población encuestada a Andrés Manuel López Obrador quien compitió con el actual Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard Casaubon. Ambos personajes notorios de la política nacional, ofrecieron un discurso en el cual se emplazaba a la unificación de las izquierdas, que pudiese conformar lo que hoy de se denomina como Frente Amplio Progresista. Se habló entonces de sanar las heridas internas que en los últimos años ha sufrido el principal partido representante de esta ideología política: el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Por lo cual, se exhortó a dejar atrás las divisiones y las diferencias que tanto han afectado políticamente la imagen de la izquierda en el país y sobre todo el éxito electoral del partido en cuestión.
No fue sino hasta ahora, con la virtual designación de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y la cabal y ejemplar postura política de Marcelo Ebrard al aceptar su derrota sin ningún tipo de resentimiento (ya que los resentimientos en la política son muy comunes), que “las izquierdas” han decidido conformar un solo bloque político rumbo a las elecciones federales del 2012. Con esta decisión, prácticamente tomada por Ebrard y AMLO, se pretende primeramente resarcir las grietas que han dejado los divisionismos internos a la principal fuerza política de izquierda en México, el PRD, además de consolidar una sola plataforma política en la que se concentren todas las propuestas provenientes de los partidos políticos y movimientos que manifiestan una inclinación hacia la izquierda del espectro político mexicano. Con esto, uno pensaría que se comienza la reconstrucción de la imagen de la izquierda en el país, y sin duda este sería el primer paso para tratar de recobrar la credibilidad de un electorado cada vez más suspicaz respecto a los movimientos y discursos de la clase política. Sin embargo, en los últimos días y como parte de los ajustes de precampaña que ha venido haciendo López Obrador se ha sumado y se pretende sumar a ciertos personajes de la política mexicana que en lugar de favorecer y fortalecer la imagen de la izquierda como alternativa política novedosa y eficiente, terminan por perjudicarla al contar con un historial político manchado por escándalos de corrupción e intrascendencia. Me refiero a la designación del senador por el Partido del Trabajo (PT) Ricardo Monreal Ávila como coordinador de la campaña de López Obrador rumbo a la presidencia de la república, así como la sorpresiva  invitación que AMLO le hiciera a Manuel Bartlett Díaz (tal cual lo afirmó este último en diversos medios) para competir por una senaduría representado a lo que se pretende consolidar como el Frente Amplio Progresista, es decir el bloque político de las izquierdas en México.
   Por un lado, el ahora senador Ricardo Monreal Ávila ex-gobernador del estado de Zacatecas ha sido relacionado con algunos hechos corruptos como lavado de dinero y sobre todo aquel escandaloso caso en el que se descubrieron varias toneladas de marihuana en las bodegas situadas en el rancho de uno de sus hermanos. En lo que concierne a Manuel Bartlett Díaz, este fue uno de los elementos clave del antiguo régimen antidemocrático priísta. Famoso por haber sido parte de aquella súbita “caída del sistema de cómputo” en el periodo electoral de 1988 cuando fungía como Secretario de Gobernación y al mismo tiempo presidía la extinta Comisión Federal Electoral, tal manipulación de los comicios dio como vencedor al polémico Carlos Salinas de Gortari sobre el infortunado Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Bartlett Díaz es un histórico miembro del Partido de la Revolución Institucional (PRI) que formó parte, de diversas maneras, del régimen autoritario y antidemocrático priísta.
     Más allá de que no se hayan encontrado elementos que responsabilizaran a Ricardo Monreal sobre las acusaciones de corrupción que se le han hecho y no verse involucrado directamente con lo sucedido en las bodegas de su hermano, así como el presunto distanciamiento que dice tener Bartlett Díaz con su partido por (según él) haberse alejado de la ideología de centro-izquierda que otrora lo caracterizaba, y que por ende ha sido “tentado” a acceder a la invitación hecha por el principal representante de la izquierda en México, el Frente Amplio Progresista como aglutinador de todos los partidos políticos y movimientos de izquierda en el país debe tener mayor cuidado y responsabilidad a la hora de incorporar y hacer invitaciones a ciertos personajes de la vida pública mexicana, sobre todo cuando de alguna u otra manera han sido señalados en casos y hechos de corrupción, ya que esto puede, si no es que lo hace, causar desconfianza en un electorado que seguramente estará más atento a lo que sucede con las alternativas políticas que se le presenten para los siguientes comicios federales. De esta manera, la suma de figuras políticas como las que acabamos de mencionar sólo dañaran la ya de por si dañada imagen de la izquierda mexicana, misma que recién empieza a reconstruirse.
    Por el contrario, Andrés Manuel López Obrador como el actual abanderado de esta ideología política en el país, debe de hacer un mayor esfuerzo por verdaderamente renovar a la izquierda mexicana, apuntalándola como una alternativa política incluyente, vinculada directamente con la ciudadanía, y así recurrir a la sociedad civil en busca de líderes sociales realmente comprometidos con sus comunidades, echar un vistazo al ámbito académico nacional donde seguramente encontrará excelentes prospectos para posibles asesores de su campaña, al mismo tiempo que busque rescatar la energía y el entusiasmo de los jóvenes mexicanos que pueden ser un verdadero motor de cambio para la sociedad mexicana. Se trata entonces de refrescar la imagen de la izquierda en México, de construirla en base a un verdadero espíritu progresista que sólo se encontrará en las trincheras ciudadanas, en las comunidades, en la juventud mexicana que anhela conocer una democracia más plena y realmente efectiva para la vida social y política de los mexicanos. Ese progresismo que pregona la izquierda tiene que ser congruente y no atascarse invitando e incorporando a sujetos con un pasado oscuro que sólo frenarán, consciente o inconscientemente, ese progreso. Si la izquierda mexicana quiere tener éxito en el próximo periodo electoral con López Obrador al frente, debe procurar, primordialmente, reconstruir su imagen dañada, llevando a cabo una limpieza interna e intentando conformar una alternativa política ampliamente legitimada por los diversos sectores sociales, lo cual sólo puede lograrse estableciendo un estrecho vínculo con la sociedad civil mexicana, donde prive el dialogo y la corresponsabilidad.