sábado, 23 de febrero de 2013


De lo económico a lo social: Ciudad Juárez
                                           Samuel F. Velarde

                Las disquisiciones económicas no son precisamente mi fuerte, pero desde lo sociológico por mi formación me hace pensar en la premisa sencilla de que el desarrollo económico debe traer aparejado un desarrollo de bienestar social, aún cuando el primero haya sido en base a un gran esfuerzo social (caso coreano), se refleja luego en el crecimiento de la sociedad, tanto en su calidad de vida como en su aspecto democrático.
                La nota que se publica en el periódico Norte de Ciudad Juárez el día 23 de febrero de este año, puede leerse de manera muy positiva, a propósito de la Inversión Extranjera Directa IED que capta el estado de Chihuahua del 25% de los 18 mil mdd en los últimos diez años. También afirma que las exportaciones de este sector industrial son la quinta parte de lo vendido por Chihuahua al extranjero.  Es posible que esto sea realmente un importante acontecimiento económico, sin embargo al relacionar este hecho con la situación social por la que atraviesa el estado y en especial Ciudad Juárez, no se  encuentra una relación precisamente más optimista.
                Luego de la racha de violencia que sacudió a Ciudad Juárez (porque en el resto del estado sigue la misma situación) la economía se vio en una crisis preocupante, muchas pequeñas empresas cerraron, otras se establecieron en la vecina ciudad estadounidense y algunas mas fueron devastadas, por supuesto que las empresas maquiladoras gozaron de diferente suerte, pues la mayoría continuaron con sus actividades, simplemente porque sus centros financieros y sus dueños ni están aquí ni era peligro para ellos lo que sucedía en este espacio geográfico. Esto a propósito de que la IED continúo sin mucha dificultad. De hecho a estas empresas les afectó más la recesión económica que la crisis de la violencia. Pero ahora que las cosas han cambiado un poco, es importante evaluar las cifras exitosas que se comentan al principio, con la posibilidad de que sean congruentes con el aspecto social de la ciudad.
                Ciudad Juárez, se encuentra en parte ligada a una cadena productiva con ganancias estratosféricos a nivel global, hay una cantidad numerosa de mano de obra barata dispuesta a trabajar en todo momento y bajo cualquier condición, también hay un importante número de profesionistas que se incorporan al capital humano (que propicia procesos de enseñanza aprendizaje laboral) de las industrias a un muy bajo costo. Por ejemplo ¿Cuánto le cuesta un ingeniero en sistemas, industrial, electromecánico, en aeronáutica a la Samsung, Tatung, Delphi?, absolutamente nada. En este sentido hay que ir viendo la posibilidad de ir diseñando formas diferentes de vinculación escuela empresa, con el objetivo de transferir recursos a la investigación tecnológica, pero con la condición de que aquí se quede, para ir creando un plus tecno industrial mexicano, dónde las exportaciones sean más mexicanas que coreanas, japonesas o chinas y las ganancias realmente sean provechosas.
                Es tiempo de dejar ilusiones basadas en estadísticas engañosas o leídas de forma diferente, pues si en este sexenio no se sientan las bases estructurales para dejar de ser simples ofertantes de mano de obra barata, se nos pasará el tiempo para construir un país con posibilidades de ser emergentes más que urgentes de trabajo extranjero. Finalmente también hace falta una buena dosis de nacionalismo productivo, pues mientras en Corea dice mi ex profesor Dr. Ernesto Rangel, el gobierno invierte bastante en fomentar la identidad nacional en el proceso de internacionalización al que se enfrenta. En México la ignorancia y el descredito de la violencia nos ha sumido a casi todos en un ambiente poco nacionalista y de escaso amor por México, muy necesario para levantar al país.
               
                

viernes, 15 de febrero de 2013


Sobre la renuncia de Ratzinger

José Roberto Hernández Fuentes

Este pasado 11 de febrero la comunidad católica a nivel mundial fue sorprendida por su propio líder: el Papa Benedicto XVI anunció que deja el timón de la Iglesia por causas relativas a su estado de salud. Arguye ya no contar con el “vigor” y la fuerza necesarios para cumplir con la misión a la que fue encomendado el 19 de abril del año 2005. Como era de esperarse ante semejante noticia, las columnas de los principales periódicos y la opinión de diversos analistas especializados en temas de religión han estado a tope. En general se hace un balance del pontificado del Papa alemán, señalando una serie de desaciertos que de acuerdo a lo dicho por los especialistas han terminado por profundizar más la crisis por la que viene atravesando la Iglesia católica.
             Por supuesto que hay varios aspectos a los cuales hay que hacer mención como yerros durante el tiempo que Benedicto XVI ha estado al frente de la Iglesia católica. No se puede olvidar la manera en que se trató el asunto de la pederastia al interior de la curia, los silencios aturdidores del Vaticano ante tales hechos nefastos y vergonzosos, el encubrimiento de sacerdotes, la forma institucional en que se pretendió hacer justicia contra los pederastas clericales, sin ningún castigo realmente acorde a la magnitud de esos delitos. Se habla también del distanciamiento que se generó entre el cristianismo y otras grandes religiones mundiales tras algunos de los discursos emitidos por Ratzinger. Los menoscabos al ecumenismo como consecuencia también de varios planteamientos que resultaron agresivos para otras religiones cristianas. Y por supuesto el escándalo de la filtración de documentos clasificados del Vaticano por parte del mismo mayordomo de Sumo Pontífice. Por otro lado, el porcentaje de fieles católicos ha seguido disminuyendo en prácticamente todas las latitudes, inclusive las consideradas como tradicionalmente católicas. El caso de América Latina es un ejemplo claro y preocupante para la Iglesia, Brasil y México las dos potencias católicas, en los últimos años han experimentado una baja considerable en el porcentaje de fieles, mientras se incrementa la cantidad de protestantes y otras religiones. Raztinger se va cargando con todo esto a sus espaldas, aunado al estigma que se le ha hecho al ser catalogado como un férreo conservador católico, inclusive se le llegó a apodar el rottweiler de Dios, desde que ocupaba el cargo de Prefecto en la Congregación para la Doctrina de la Fe, antes la Santa inquisición. Un ejemplo distintivo fue su intransigente postura en contra de la Teología de la Liberación desarrollada por una parte del clero latinoamericano, que consolidó aún más su conservadurismo católico.  
             Sin embargo, criticar a la magna institución católica en tiempos modernos es por demás sencillo, puesto que la modernidad liberal en la que vivimos y por ende nos socializamos está conformada por un entramado axiológico que inexorablemente colisiona con la visión católica de los tiempos. Pareciera ser que la Iglesia siempre es abordada por los “ojos críticos de la modernidad” a partir de lo que se considera su cúmulo de errores y fustigaciones a los sujetos modernos. El rechazo al aborto, la prohibición del condón, el tema de la mujer y en general todo lo relativo a la cuestión de género en la que el Vaticano no termina por flexibilizarse, constituyen algunos de los tópicos que generan atribuciones medievales a la Iglesia católica. Muchos sostienen que la religión católica se quedo en el pasado y no ha logrado superar sus propios atavismos, ni siquiera con el esfuerzo realizado en el Concilio Vaticano II y la expectativa del aggiornamento eclesial. Todo esto es, hasta el día de hoy, parte de la realidad que caracteriza a esta histórica institución religiosa. Benedicto XVI como pontífice de corte conservador vino, también para muchos, a reafirmar esta realidad.
             A pesar de todo esto, existen elementos significativos de este pontificado de ocho años que también es necesario analizar y discutir, puesto que plantean aspectos interesantes y puntuales para la reflexión. Específicamente me referiré a lo que personalmente considero como lo más importante y trascendental durante el pontificado del Papa Benedicto XVI: su crítica teológica y filosófica a lo que él denomina como la “dictadura del relativismo”. No se trata de algo nuevo que en términos teóricos haya descubierto el jerarca eclesial, sino de una postura reflexiva y crítica ante una modernidad cuyas bases axiológicas carecen de solidez como señala Bauman, o bien no están lo suficientemente fijas como para que los individuos modernos puedan sostenerse moral y éticamente en un marco normativo, bien definido y consensuado, de acción. Es ese fenómeno cultural del relativismo el que se ha colocado como plataforma de acción en el comportamiento humano occidental, flexibilizando radicalmente el campo axiológico hasta volverlo prácticamente deslizable. Hoy no existe ni bien ni mal como juicios de valor fijos, sólo se trata de actuar conforme a intereses propios del individuo, y a lo que éste interprete como bueno o malo según la situación en la que se encuentre y los intereses que persiga o bien, los placeres que busque obtener. Lo que es bueno para muchos es malo para otros y viceversa, es decir, la modernidad secular vino a relativizar las vidas humanas, literalmente “nada es verdad, nada es mentira, todo depende del cristal con que se mira” diría Shakespeare.
             En primera instancia esto puede parecer bastante idóneo puesto que “libera” al sujeto de los marcos de referencia convencionales y tradicionales de la sociedad, y le permite guiar su comportamiento de acuerdo a sus propias convicciones.  Sin embargo, la idoneidad de esta situación radicaría en el hecho de que el relativismo es un producto de relaciones sociales independientes, no influidas por los procesos de socialización que tradicionalmente forman a los individuos, y todo indicaría que se ha llegado a un acuerdo en el que ni a uno ni a otro le produce importancia significativa lo que ambos hagan o cómo dirijan su comportamiento, pues se piensa que debido al desinterés real del uno por el otro no hay posibilidad alguna de afectarse. Todo es relativo y todo se reduce a una concepción radicalmente individualista/egoísta de la vida social, lo que conlleva a la conformación de sociedades ironizadas, ya que por un lado nos desarrollamos bajo un entramado de relaciones sociales aparentemente institucionalizadas sin permitir que estás cobren real importancia en nuestra vida individual. Hemos dejado de ser intrínsecamente sociales, como dirían los clásicos, para pasar a ser extrínsecamente sociales. Esto implica que lo social, lo colectivo, lo comunitario, lo grupal, ha sido gravemente frivolizado en la época moderna, ya que el individuo sólo se proyecta socialmente cuando esto es necesario para la consecución de intereses personales. Es por esto que la dimensión económica se ha tornado tan significativa en las sociedades contemporáneas, el individuo moderno tiende a desarrollar una visión exclusivamente economicista/utilitarista de la vida, mientras que pierden valor las concepciones comunitarias de solidaridad, colaboración, corresponsabilidad, fraternidad, equidad, igualdad, etc. El comportamiento que asumen los individuos que se involucran en grupos del crimen organizado son un claro ejemplo de este fenómeno, al tratarse de una persecución de intereses particulares exacerbada e irracional, encubierta con un falso sentido de pertenencia.
             La “dictadura del relativismo”, tal como acuñó el término Raztinger, es entonces la plataforma perfecta para el desarrollo de la anarquía cultural que actualmente caracteriza a Occidente. Esto, inexorablemente recae en la perdida de la identidad social e inclusive nacional, sólo se generan divisionismos en todos los ámbitos de la vida social, la democracia carece de consenso, el progreso se estanca y la crisis estructural se entroniza cada vez más. Y así bajo una profunda problemática sistémica el individuo moderno relativista, líquido y deslizable por cultura, no tiene los recursos necesarios ni la disponibilidad para sufrir estructuralmente por un cambio social, pues careció de esto en sus respectivos procesos de socialización durante su desarrollo como sujeto. Así, el relativismo crea sujetos de inercia social, tal cual los define la dictadura mediática de nuestros días. Por ello el cambio social se ve tan lejano en estos tiempos.        
             En este sentido, no se trata únicamente de ir en contra de las prohibiciones que hace la Iglesia católica respecto a varios sucesos culturales de la modernidad, esto sólo reflejaría un análisis exclusivo de la actitud tomada por esta institución frente a los fenómenos culturales de las sociedades modernas, y no en sí de la modernidad y sus consecuencias. Por supuesto que hay que ser críticos con cualquier tipo de atavismo que quiera frenar por caprichos tradicionales el progreso de los pueblos en toda materia, pero también hay que saber reconocer que las instituciones modernas también tienen caprichos evolutivos cuya evolución no tiene ninguna dirección concreta, mucho menos segura. La cada vez mayor capacidad de reflexión que trajo consigo la modernidad no tiene porque ser desbordada por una irracional radicalidad de la racionalidad. Los sujetos modernos tenemos que ser críticos con la modernidad y guiarla de acuerdo a intereses colectivos y no en base a intereses atomizados que pierden el sentido del progreso. En efecto, a la Iglesia católica no ha logrado abrirse a la modernidad, sólo se ha esforzado por permanecer en ella, lo que le ha costado entrar en esta profunda crisis institucional y espiritual en la que se encuentra, pero también hay que ser cautos y reconocer que hace planteamientos interesantes respecto a la cuestión social y sus elementos característicos. Después de todo, es una institución que ha venido acompañando a la historia desde hace casi dos mil años. Tiene experiencia y conoce a la humanidad; y más allá de sus afanes evangelizadores y civilizatorios, esencialmente es una religión cristiana que desde sus orígenes proclama y busca la paz, la fraternidad y el bienestar integral de la raza humana, tal cual lo hizo el propio Cristo su fundador. Entonces, sin dejar de criticar y exigir una respuesta más contundente de todos los yerros del la Iglesia católica, rescato del pontificado de Joseph Ratzinger sus planteamientos acerca de la “dictadura del relativismo”, mismos que son una invitación a reflexionar y criticar de manera sincera y honesta los pros y contras de nuestra época moderna, con la finalidad de estar más conscientes del camino que estamos siguiendo y del destino que estamos trazando como raza humana.                    

miércoles, 13 de febrero de 2013


Reflexiones personales, de viajes, calles e historia
Samuel F. Velarde      
                

A Celeste Alcalde y Renzo Sarchi

                En 2010, tuve la posibilidad de estar en Corea, en la ciudad de Busan, donde la Universidad de Estudios Extranjeros, celebraba los bicentenarios de las independencias de América y el centenario de la revolución mexicana, asistí en aquella ocasión en calidad de ponente, fue una experiencia increíble el estar en un país asiático paradigmático y hablar de un proceso de mi país, la revolución. Sin embargo lo central aquí es la ciudad donde estuve. Por lo general el estatus de turista y la cultura de únicamente tomar fotos y captar lo superficial, es generalmente lo que uno hace, pero luego, las circunstancias te invitan a ver las cosas de manera diferente. Así al caminar por sus calles, pensé ¿qué recuerdos guardarían sus edificios, banquetas, sus árboles y sobre todos sus ancianos, aquellos que vivieron días aciagos durante la guerra intercoreana?.
                En la historia surcoreana Busan tiene un significado muy importante, no solamente porque es la segunda ciudad más grande de Corea luego de su capital Seul, sino porque aquí se han suscitado  hechos históricos relevantes, en ese inter estaba en proceso de elaborar mi tesis doctoral sobre la sociedad civil surcoreana y sabia del protagonismo de Busan como ciudad contestataria durante la dictadura. Pero mucho antes, durante la guerra de Corea la ciudad fue la única que no fue tomada por los norcoreanos, convirtiéndose en la ciudad bastión del gobierno surcoreano. Por ello, las Naciones Unidas bajo la egida norteamericana impusieron un cerco alrededor de la ciudad, de hecho ahí existe un monumento a los países que intervinieron en su ayuda.
Pero también Busan fue una ciudad que se opuso a la dictadura de Park Chung hee, el 16 de octubre de 1979, hubo una gran manifestación que puso en jaque al gobierno, al grado que una división del ejército ocupó la ciudad, desencadenándose una feroz represión por todo el país, días después Park sería asesinado por el jefe de la inteligencia coreana en una pugna inter cúpulas. ¿Cuántas vidas se perdieron, cuantos presos políticos busaneses si se me permite este gentilicio, morirían en cárceles o aún viven recordando su lucha?
Y en esta remembranza histórica recorrí sus calles, yéndome en la historia y gozando más del espacio urbano y del ambiente asiático que rodeaba mi identidad juarense y occidental.   
Luego, en el 2012 estuve en La Plata Argentina, me sucedió  la misma experiencia al caminar por sus bellas calles repletas de jacarandas y otro árbol que se me olvida su nombre, donde ambos emiten en primavera un exquisito perfume que combinado con la humedad de la ciudad, hacía del ambiente algo especial. Pero en aquellas calles de amplias banquetas, durante la dictadura militar del general Videla sucedieron hechos graves. Desapariciones de personas, asesinatos, tortura y represión. No se puede uno imaginar cómo detrás de la simpatía de los argentinos y su forma tan desinhibida de ser, pudo existir una etapa realmente cruel. A finales de los setenta tanto agentes del gobierno, como integrantes de la fatídica triple A (Alianza Anticomunista Argentina), hicieron de las suyas con miles de personas catalogadas de peligrosas para el sistema. Al caminar por las aceras de  La Plata, por las calles 41, la 56, la 7, la 4 en fin, mientras admiraba sus calles arboladas me imaginaba el miedo de aquellos tiempos, la angustia de muchos argentinos al verse copados y aislados para nunca más, volver a contemplar la luz del día.
En Corea, conocí a Sergio Grez Tosso historiador chileno y me llamaba la atención como él coleccionaba los mapas de la ciudad, los folletos que nos daban en determinado lugar, cualquier cosa que se convirtiera en material de análisis, luego comprendí que era su forma de hacer historia, sus indicios, para luego de lejos y con el tiempo, entender la historia de esa ciudad, del lugar.
Todas las ciudades poseen su lado oscuro, su historia clandestina, sin embargo al ir como simples visitantes, muchos no perciben la quintaescencia de lo que ven a simple vista. Nuestra querida Ciudad Juárez por ejemplo, tiene su lado nefasto, sus muertas, sus desaparecidas y desaparecidos, sus violaciones a los derechos humanos, es decir su historia triste y definitivamente poco conocida en realidad, que avergüenza y desconcierta. Pero así son las historias de las ciudades, aunque las que más aparecen son las del glamur o las del discurso oficial, monumentos, jardines, bares, teatros, sin embargo la otra historia hay que buscarla, es parte del quehacer sociológico, sobre todo. 

viernes, 1 de febrero de 2013

La república zapatista, ficción o realidad?
                                                                                                           
Samuel F. Velarde

Para ser realistas bajo un mundo súper realista donde todo es caos y choque de poderes, el idealismo de la fraternidad pareciera estar ya muy pasado de moda. En un mundo aparentemente global pero fragmentado en sus diferencias pre modernas, existen diversos intereses que hacen pensar en aquel viejo adagio mexicano “primero mis dientes luego mis parientes”. Esto a propósito de la marcha zapatista donde sorpresivamente (como es su atinada costumbre) cientos de indígenas chiapanecos desfilaron por sus derechos y objetivos de lucha, pero a la vez haciéndose indudablemente visibles, muy encomiable por cierto.

Sin embargo, aquella figura del carismático Marcos y su lucha indigenista en apariencia nacional, a estas alturas está claro que fue una lucha reducida únicamente a la región chiapaneca, donde confluyen etnicidades diversas, aquello nos emocionó a todos porque representaba el levantamiento de la moral de un pueblo realmente diezmado y marginado de lo social (como otros pueblos indígenas). Pero luego todo se esfumó bajo acuerdos o estrategias tanto gubernamentales como del mismo zapatismo, con el tiempo todo aquello parecía olvidarse en el imaginario no zapatista, mientras tanto, otros indígenas como los raramuris o tarahumaras seguían en las mismas, sin que nadie por supuesto emulara a un Ejército Villista de Liberación Nacional por ejemplo.

Ahora nuevamente el zapatismo reflejado en esa manifestación del silencio, uno se pregunta ¿qué tanto fue un movimiento regional muy de ellos (y con sobrada razón) desintegrado de otras problemáticas nacionales?, aunque en su momento Marcos ha condenado como movimiento político-armado la problemática sobre las muertas de Juárez y sobre las víctimas del narcotráfico, como lo hicieron cientos de ONG y OSC, pero lo más loable es su acertada critica sarcástica al neoliberalismo. Acá en el norte muchos opinan como reproche, que el zapatismo como una gran fuerza de presión, se mantuvo silenciosa ante los grandes problemas nacionales, raro, porque en su tiempo miles de mexicanos alzaron la voz a favor del EZLN y sus objetivos de inclusión social.

El zapatismo está vivo, al menos fue el mensaje que la marcha del silencio emitió, sobre todo un mensaje directo a la nueva administración priista, donde ha colaborado en el equipo de transición la supuesta hermana de Marcos. Además su marcha tal vez vaya en el sentido de mostrar su fuerza de convocatoria que ya la quisiera el yo soy132 o la Marcha por la Paz de Sicilia. Es cierto, los zapatistas bien pudieran formar su República, si Quebec y Escocia han intentado su independencia o mayor autonomía, ¿por qué pensar que ellos no lo podrán hacer en un futuro? Finalmente, si el mundo cambió geográficamente luego de la guerra fría, no podrá cambiar al hacer crisis el capitalismo neoliberal contemporáneo?

Leyendo un artículo de Marcos Roitman Rosenmann en la Jornada (19/Enero2013), sobre los mapuches chilenos hay que reconocer el levantamiento zapatista, al menos como un muro de contención que ataje las barbaridades neoliberales y sus corifeos, esperemos.