lunes, 3 de mayo de 2010


El político mesiánico.
José Roberto Hernández Fuentes.

Si algo reclama la sociedad juarense son soluciones inmediatas a los problemas existentes, o al menos devolver la paz a las calles y los hogares de esta vapuleada ciudad. Los aspectos a resolver en el municipio son muchos y variados, van desde cuestiones infraestructurales que se han ido dejando sin respuesta a lo largo del tiempo (como los innumerables “baches” en las avenidas de la ciudad) hasta los rituales violentos que se llevan a cabo cotidianamente en cualquier lugar y rincón del territorio juarense. Y digo rituales violentos, porque cada vez con más frecuencia se han venido presentando actos cuya violencia está caracterizada por todo un intenso y terrorífico protocolo escalofriante y sangriento, dichos acontecimientos tan lamentables conllevan un alto contenido simbólico que va más allá de quitar la vida a un ser humano, lo que pretende es dejar un claro mensaje cuyo trasfondo terrorista busca impregnar dos tipos de sensaciones en la sociedad juarense y sus comunidades: intimidación (miedo) a través de la manifestación arbitraria de poder y el desaliento que causa la percepción social de imposibilidad por parte de las autoridades del Estado para poder frenar estos desgarradores hechos. Esto último, ha acrecentado el descrédito de la sociedad a las figuras políticas que mediante constantes discursos tratan de justificar el estado de las cosas, o bien de argumentar limitadamente las causas casi siempre sociales y no políticas de los sucesos negativos que se van presentando día a día en ciudad Juárez. A pesar de esto y en pleno periodo electoral, los personajes políticos que se han lanzado a la contienda por diferentes cargos públicos, continúan en el afán de presentarse como los poseedores de la panacea social, como los que han encontrado el antídoto para la pluralidad de las patologías sociales existentes y como aquellos en quienes podemos depositar la confianza ciudadana debido al repentino amor y responsabilidad política que les ha surgido por ciudad Juárez primordialmente. Hoy, todos ellos quienes se disputan los cargos a gobernador, presidente municipal y diputaciones, se han presentado como el político mesiánico, aquel que ha llegado a salvarnos de la catástrofe en que está sumergida nuestra localidad, ese personaje que lleva consigo toda la disposición y conocimiento para ponerle fin a la problemática y regresar la paz y el orden a la sociedad juarense. Sin embargo, esos mismos personajes mesiánicos más que dar confianza, seguridad y esperanza a la ciudadanía, tienden a confundirla por tres razones: ante la gradual deslegitimación que actualmente sufre la clase política mexicana, 1) el ciudadano común cuestiona con mayor escepticismo la veracidad, congruencia y factibilidad de las propuestas emanadas de los discursos que dan estos personajes de la política local; 2) el surgimiento de la constante duda acerca de la utilización del municipio y sus circunstancias como mero elemento de marketing político, para el logro de intereses de la misma clase; y por último 3) el sentimiento ciudadano de que esos mismos quienes ahora se postulan como los mesías, al haber estado anteriormente en posiciones de poder en donde precisamente tuvieron la oportunidad de llevar a cabo lo que ahora dicen buscar o hacer, no lo realizaron. De esta manera se vuelve muy complicado darles credibilidad a estos personajes políticos, a sus propuestas y a la solución que plantean para este tormentoso panorama juarense.
El problema es que no se han renovado, continúan siendo los mismos de siempre, se repiten los nombres, los discursos, las respuestas, las propuestas, las soluciones, no se innova la política mexicana, chihuahuense, juarense, anquilosada en la retórica intrascendente, en la incapacidad práctica y en la ignorancia de una realidad social que los rebasa, limita y entorpece. Pero sustentándose y manteniéndose gracias a una sociedad que no encuentra las posibilidades de acción, que no ha descifrado las respuestas de una plataforma democrática en ciernes y cuya esfera pública carece aún de consenso y acuerdo que lleven a la decisión, participación e involucramiento de la ciudadanía en los asuntos públicos. Una sociedad que ha sido obstaculizada en su derecho a educarse y por ende de impregnarse de un conocimiento que le brinde una mayor capacidad de reflexión, entendimiento y comprensión del entorno y sus circunstancias. Éste es el marco donde surge el político mesiánico, un contexto social que históricamente ha sido manipulado, enajenado, engañado y controlado, pero que en la actualidad poco a poco se torna más renuente a las turbias maniobras políticas que dejan de lado los intereses públicos. Ese político mesiánico hoy adolece de legitimación, credibilidad y confianza sociales, la realidad le complica su maquiavélica seducción semántica y lo obliga a una verdadera congruencia entre lo que dice y lo que puede hacer. Hoy, ese mesías político debe tomar con más seriedad el sentimiento social que prevalece en la comunidad, ya que se encuentra en un punto que lo sitúa entre el amor y el odio, y la posibilidad de caer en cualquiera de esas dos opciones radica en la practicidad de sus palabras, sobre todo en la oportunidad política que representa ciudad Juárez.