jueves, 18 de abril de 2013


Sociología de la apatía
Samuel F. Velarde



                Alguna vez escribí un modesto artículo sobre la sociología de la vida cotidiana que anda por ahí en la web, tal vez dije alguna cosas interesantes pues ha sido leído e interpretado bien, pero también ha sido dilucidado mal por un oscuro personaje que ni me quiero acordar de él, por fortuna soy un modesto pensador que usa el tiempo libre para referirse a temas tal vez  tratados ya por otros mucho más expertos, pero que finalmente motivan a que afloren las ideas. Hoy reflexiono en la apatía a propósito de encontrarme con ella  diariamente a través de mis alumnos, pero más bien de la sociología de la apatía, como un fenómeno social en sí. Para el diccionario Larousse apatía significa: dejadez, indolencia, falta de vigor o energía, insensibilidad, languidez. Según esta definición, muchos de nosotros hemos pasado o nos hemos estacionado en estos estados de ánimo, actitudes, conductas o  posiciones,  que de alguna manera permiten que los individuos tomemos distancia de ciertas cosas en la vida.
                Por supuesto que la apatía también puede ser selectiva, podemos ser apáticos a la política, a la economía, pero no precisamente al futbol, a la religión, o a lo que le sucede a Justin Bieber. Es decir la apatía se practica dependiendo de los significados que le demos al objetivo que uno elige para aplicarla o no, por supuesto que en ello influye el aspecto cultural y el económico. Existen apatías que impactan mas socialmente que otras, por ejemplo, no es igual el impacto social como resultado de la apatía que sienta la gente por participar en las elecciones, a la apatía que sienta por el cine de arte o por los pedigüeños callejeros.
                Es aquí donde la sociología de la apatía puede tener una lectura importante. En sociedades tan heterogéneas como la mexicana, donde aún existen poblados como a finales del siglo XIX y hay un sinnúmero de carencias estructurales o donde la globalización le ha robado a la gente su vitalidad individual, incluso donde el verdadero significado de burgués se ha confundido por el de un lumpen rico. Con jóvenes que no conocen más que su ciudad o incluso las cuadras que rodean su hogar (¡!), por supuesto que la apatía se entiende en cierta forma, no hay manera de pensar en situaciones que para otros son muy importantes.  En la edad media por ejemplo al menos en Europa, era difícil que existiera una apatía religiosa, pues la religión era  lo que le otorgaba sentido a casi todo en la actividad humana.
                Pero en la dinámica de una sociedad actual, donde miles ni saben que viven en una sociedad capitalista, o pos capitalista y que fragmenta identidades, la apatía como práctica es multifactorial en su objetivo a ignorar o a desatender. Somos apáticos ¿a qué?, o no somos apáticos ¿a qué?, pero en lo fundamental ¿tenemos el derecho a ser apáticos? Cada quien podría responderse de acuerdo a sus objetivos e intereses, el problema radica en que el objetivo al cual se  dirige la apatía como dije arriba, va en relación a un impacto que redunde en algo negativo social o individualmente hablando.
                Entonces ¿la apatía es algo que uno decide o es algo que las circunstancias imponen? La apatía puede ser selectiva, aunque de la misma manera puede ser parte de un escondrijo individual, un refugio ante situaciones que se detestan o no dejan beneficio alguno. En un mundo de frivolidades y de achicamientos  de ideas, donde lo mas cómodo es lo menos complejo, la apatía puede ir siendo la nueva postura moderna, esa filosofía individualista aplicada por todo tipo de gente, mas allá de ideologías y clases sociales, Iremos viendo.

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domingo, 7 de abril de 2013


La política exterior mexicana, nuevo rumbo?
Samuel F. Velarde


                En el realismo político de Hans Morgenthau, uno de los exponentes más importantes de la teoría de las relaciones internacionales, el mundo no es como uno desearía que fuera, sino que se deben entender las fuerzas del mundo real y cooperar con él para hacer el menos mal posible. Así, en las relaciones internacionales conocer y entender la realidad política de otros estados es importante, para generar una política donde lo que se haga tenga consecuencias lo menos dañinas posible. En el caso mexicano aún se recuerda el asilo político a los republicanos españoles en tiempos del general Cárdenas, el papel de México en el grupo Contadora para lograr la paz en Centroamérica, pero también las consecuencias políticas en la región a propósito de los exabruptos poco diplomáticos de Fox en el affaire con Fidel Castro ”comes y te vas”. Que enturbió una política exterior mexicana de cierto prestigio.
                Más allá de lo provechoso que tuvo la alternancia en el poder en términos democráticos, es un hecho que la política exterior mexicana se vio reflejada por el manejo de subjetividades más que por el de un realismo político. Los gobiernos panistas a mi ver, interpusieron lo ideológico en sus relaciones internacionales  más que lo objetivo. Sin lograr entender que la globalización si bien es una etapa donde lo comercial  impera, políticamente no debe olvidase el recurso de la razón diría Morgenthau y ubicarse mejor en ese realismo internacional.
                El actual gobierno del presidente Peña Nieto intenta rescatar un poco la tradicional política exterior mexicana que tuvo lo suyo (aunque era también candil de la calle oscuridad de su casa) se ha percatado de la necesidad de moverse en un realismo político, reconociendo que hay que incrustarse en un tablero internacional  complejo, pero donde indudablemente la presencia mexicana vale más que las ausencias. Así, se explican sus viajes como presidente electo a Guatemala, Brasil, Chile, Argentina, Perú, ya como presidente en funciones a Costa Rica, Estados Unidos y Venezuela para participar en los funerales de Estado del presidente Hugo Chávez, viajes que de alguna forma permiten volver a pisar el terreno latinoamericano, tan defenestrado por los gobiernos panistas, sobre todo el foxista. El viaje al Vaticano es también un punto necesario en el realismo político-religioso.
                Ahora con la ida del presidente a la Conferencia Anual del Foro Boao en China, luego a Japón, se desea establecer un rol más presencial en la región transpacífica, que es de hecho la más dinámica comercialmente hablando. Más que nada tratar de establecer una relación mucho más fructífera con el gigante asiático China y con la potencia económica nipona. Es decir, entender el realismo internacional es una tarea necesaria muy ligada al desarrollo interno del país, pues con una política exterior bien estructurada, se consigue inversión extranjera directa, exportaciones, intercambio tecnológico- científico, cultural y turismo por citar algunas ventajas reales.
                También hay cosas pendientes de México en este realismo internacional, el conflicto norcoreano, el sirio, el palestino, las FARC en la región,  su relación compleja con Estados Unidos, hechos donde México puede recuperar su papel de actor relevante. Pero asimismo antes que nada limpiar la casa, pues no se puede ser juez afuera mientras en casa existan injusticias, violencia  y retraso social. El reto internacional es grande, sin embargo existe gente preparada para lograr elevar el estatus internacional del país, de la pasividad mediocre y huidiza, a una actividad necesaria y apegada a los tiempos, donde la razón es importante en el equilibrio de poderes y la paz mundial.
               Pero el mundo se ha convertido en un tablero de ajedrez sumamente estrategico, donde la sociedad es un actor relevante y necesario, en otras palabras no hay que dejarle unicamente a los estados la hechura de la politica exterior, pues en ocasiones aquella es mas influyente que las mismas estrategias del Estado, si no, veamos la influencia social en la reforma migratoria en Estados Unidos o la participacion de la sociedad en el conflicto coreano o el activismo social en la crisis economica de Europa.

sábado, 6 de abril de 2013


Acontecimientos y reflexión
José Roberto Hernández Fuentes

En las últimas semanas las sociedades en el mundo se han visto sorprendidas por una significativa cantidad de eventos que llenan las primeras planas de la prensa internacional. En todas las latitudes de nuestro planeta se generaron acontecimientos que de alguna u otra forma impactaron en la escena sociopolítica y económica mundial. El primero de estos fue la sorpresiva renuncia de un Sumo Pontífice agobiado por la intrincada crisis eclesial católica. Benedicto XVI se dijo falto de fuerzas físicas y espirituales para continuar liderando una religión con más de mil millones de fieles en todo el orbe. Todo esto significó el ascenso de un nuevo Papa, pero esta vez de origen Latinoamericano, como lo es el caso del ex arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio, hoy el Papa Francisco, siendo el primero en dos aspectos: tanto en escoger el nombre de San Francisco de Asis para su papado como de provenir de América Latina. Las expectativas que hay sobre este nuevo pontificado son altas, más aún por los gestos (literalmente) que ha mostrado para con los fieles católicos, quienes aturdidos y abochornados por los escándalos dentro del Vaticano, buscan o quieren un liderazgo religioso que pueda enderezar la senda de una maltrecha institución católica golpeada, no por sus detractores, sino por varios de sus propios miembros, religiosos y laicos, lo que hace aún más pesada y difícil la misión, puesto que pareciera que el enemigo se encuentra dentro de la casa.
En ese periodo de alternancia (¿o transición?) pontificia se da también la muerte de uno de los líderes internacionales más controvertidos y polémicos de las últimas décadas, el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela: el Comandante Hugo Chávez Farías fallece luego de caer en una batalla contra el cáncer. Así le decimos adiós a un líder político que fue capaz de desafiar a los legitimadores y controladores del sistema capitalista neoliberal que hoy en día sigue sumergiendo en una profunda crisis no solamente económica, sino también social, política y cultural a las sociedades occidentales, cada vez más caracterizadas por el encono contra las estructuras opresoras y marginadoras de un sistema que ya no responde a las expectativas de los pueblos, ni siquiera de aquellos que se consideraban como desarrollados. La sociedad  venezolana fue y es un ejemplo claro de la verdadera y latente posibilidad de conformar una estructura social que favorezca a todos por igual, dándole primicia, por una lógica sociopolítica y económica de igualdad, a los pobres, a los desfavorecidos sistémicos que hoy son considerados y dotados de oportunidades reales de progreso y bienestar integral. El Socialismo del Siglo XXI que tanto defendió el Comandante Chávez y que ahora defienden su pueblo y sus seguidores políticos, no representa una simple praxis de ideología política, sino un esfuerzo enorme por englobar en una visión política, social, económica y cultural todas las ideas y acciones de hombres y mujeres latinoamericanos que quisieron y quieren una América Latina libre y autónoma pero también solidaria y corresponsable entre sus pueblos, siguiendo el ejemplo de Simón Bolívar y su ideal  de unión latinoamericana. 
Por otro lado, el continente europeo sigue sufriendo la catástrofe económica neoliberal, la cual ya han padecido fuertemente Portugal, Grecia, España, Italia y hoy Chipre. Países que han caído o han estado a punto de caer en la bancarrota, como si fuesen  organizaciones empresariales y no Estados-nación, repúblicas, sociedades, comunidades nacionales. La globalización económica ha imperado, por encima del factor propiamente cultural de las naciones; se ha globalizado un política económica indiferente a las necesidades de los pueblos, pero que responde a los intereses de los grupos poderosos, de las élites, de las clases dominantes que están llegando al punto de ser ellas mismas dominadas por su ambición y egoísmo particularmente financiero. De esta manera la orientación del fenómeno de la globalización ha sido limitada en muchos sentidos, restringida a la movilización del dinero y de las estrategias financieras, lejos está la comunicación y el intercambio cultural de los pueblos, también reducido al ámbito comercial dirigido por las grandes empresas. Pareciera que todo fue subsumido por los intereses monetarios, que nada trasciende si no es a través del dinero. La subsistencia humana ha sido mediada por monedas y dólares, como si la economía sólo consistiera en esto. La relación dinero-ser humano se convirtió en una relación de poder en donde el primero se sobrepuso al segundo; el dinero domina a los individuos y los coacciona brutalmente al punto de hacerlos perder por completo su libertad. Desde luego no apunto nada nuevo, esto fue ya reflexionado y planteado por Georg Simmel en su clásica obra Filosofía del dinero. Una nueva conformación de sociedad quizá pueda encontrarse en un “pequeño” cambio en esta relación, esto es que el poder sea tomado por los seres humanos y no por el dinero, lo que constituiría un poder real por encima de un poder simbólico.
Por último, la región asiática y medio oriental continúa tensándose cada vez más. A Israel y Palestina sólo les falta oficializar el estado de guerra en que viven desde hace ya muchos años, una guerra que pasa de fría a caliente de un día para otro. La reconformación de la estructura política de los países que dieron forma a la “Primavera árabe” ha prolongado el conflicto en aquellas sociedades, Egipto es el ejemplo principal. En Siria la muerte es ya un factor común en las calles, y el caos sigue destruyendo aquel país. Mientras que las dos Coreas aumentan el conflicto político que parece estar a punto de desbordar en el desenfreno bélico. Y los Estado Unidos, considerado como el último gran imperio de la historia sigue atento a tales situaciones, ya que hay en ellas grandes intereses en juego, de los cuales depende, en mayor o menor medida, su continuidad como tal. Entonces las relaciones internacionales cobran de nuevo un sentido mucho más político y social que económico, y dan nuevos elementos de análisis para los estudiosos de la dinámica mundial. A veces pareciera que la Guerra Fría nunca acabó, que 1989 fue un año de supuesta victoria occidental capitalista, que no fue definitiva. Hoy ante los acontecimientos mundiales que se nos muestran día con día, queda claro que esta guerra sigue y quizá está tomando mayor intensidad después de una también aparente calma. La idea del socialismo persiste, quizá ya no como una ideología política que busca realizarse estructuralmente, sino como un sentimiento de comunidad y ¿por qué no? de humanidad. Por supuesto esto tiene muchas implicaciones que obligan a reflexiones profundas y objetivas.