lunes, 28 de enero de 2013


México: el resurgimiento de la izquierda y sus problemas

José Roberto Hernández Fuentes

Antes las actuales problemáticas que aquejan hoy en día a los mexicanos en todas las dimensiones de la vida social, parece observarse un intento de revitalización de la izquierda en este país, o bien, al menos hay muestras de querer salir de la inercia en la que se ha estancado por varios años. El movimiento #Yosoy132, el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, los movimientos o el movimiento de las madres de mujeres jóvenes desaparecidas o asesinadas, el movimiento liderado por Andrés Manuel López Obrador, las diversas Organizaciones No Gubernamentales o Asociaciones de la Sociedad Civil en la defensa de los derechos humanos entre otras, y por supuesto la vuelta a la escena política nacional del EZLN con su emblemático líder (o uno de sus líderes) el Sub Comandante Marcos, asoman un posible resurgimiento de la izquierda política y social en México. Además de estos, también me atrevo a englobar en este grupo de personas y organizaciones a todos aquellos mexicanos que sin pertenecer a algún movimiento de izquierda, piensan, reflexionan y viven de acuerdo a esta perspectiva ideológica.
                Esto sin duda es, en primera instancia, positivo para la sociedad mexicana en general, pues representa un bloque crítico, alternativo y con propuesta ante los diversos fenómenos del acontecer diario y ante la forma en que proceden los gobiernos municipales, estatales y federales. Sin embargo, la izquierda siempre afronta problemas hasta consigo misma, y en esto radica su complejidad y su conflictividad. Ser de izquierda puede ser “problemático” tanto en su proyección externa como en su comprensión interna.  Por un lado, en su exterioridad, su aparente problema recae en su radicalidad crítica y propositiva. Muchas veces a la izquierda se le señala como holística, precisamente por su carácter antisistémico, lo que es considerado por sus detractores como poco o nada pragmático a la hora de definir soluciones a problemas cotidianos que son vistos a una escala mucho menor. Sostengo, que la mayoría de las veces la izquierda se ha confundido si no perdido en este prejuicio infundado. Y cuando esto sucede, la izquierda pierde su valor y su esencia como perspectiva ideológica, se acobarda o en el peor de los casos termina por enajenarse en los regímenes derechistas neoliberales. Eso ha pasado en México al menos a nivel de sistema de partidos.
                Por otro lado, en su carácter interno, sus propios principios la han llevado a conflictuarse constantemente. Los valores que promulga, la diversidad de pensamiento y por ende de acción que defiende son aspectos de una nueva izquierda que afronta, también, grandes retos en su interior. La heterogeneidad y el gran valor que cobra como principio renovador de esta ideología es una tarea que no se ha logrado resolver a la hora de buscar y definir acuerdos respecto a propuestas y soluciones a problemáticas determinadas. Tal característica ha producido que los procesos sociales y políticos que surgen desde esta óptica se vuelvan lentos y faltos de cohesión. Esto también se ha convertido en un punto débil que es aprovechado por sus detractores para denostar o perjudicar cualquier propuesta o acción que provenga de la izquierda.
                Sin embrago, ambos problemas que a mi parecer enfrenta esta corriente ideológica han sido más por atribución que por algo que realmente suceda con la izquierda. Es decir, la izquierda tiene que asumirse como tal, y postularse como un pensamiento complejo que es capaz de abordar una crítica propositiva holística a partir de su heterogeneidad. El problema real es que no ha sabido cómo resolver esta relación entre su holismo como matiz crítico y su carácter heterogéneo  como matiz propositivo. Es fundamentalmente antisistémica y por consecuencia busca el cambio estructural. Es diversa en su pensamiento y por ende sus búsquedas parten desde diferentes posiciones. A pesar de esto, el panorama no es tan complicado como parece. Primero porque el sistema tal como está no funciona, o bien, no funciona para todo el mundo, existen grandes y latentes desigualdades sociales y económicas que por más “intentos” que se hacen no se logran resolver. Pobreza, desempleo y violencia por doquier gracias a este sistema que se dice nuestro. Es claro entonces que “nuestro sistema” ya no funciona, si es que alguna vez funcionó. Y los mismos funcionalistas ya no han encontrado soluciones a las patologías sistémicas. Es claro también que necesitamos urgentemente otro tipo de estructura social, política y económica, que sea justa y equitativa para todos. La izquierda siempre ha propuesto el cambio estructural, y no debe cambiar su posición. El estado crítico del estado de cosas actual es una real posibilidad para que su pensamiento entre en acción.
                Su diversidad interna más que un problema debe transformarse en una gran ventaja, pues proporciona una enorme lluvia de ideas y propuestas, que tienen que entrar a un obligatorio proceso de diálogo y comprensión, donde la democracia debe de afianzarse como cimiento fundamental para la toma de decisiones. Es en este punto donde la vasta heterogeneidad que incluye la izquierda debe de hacer valer el entramado axiológico que le distingue y desterrar cualquier vejo de imposición o arbitrariedad. En este sentido, la izquierda no debe de permitir que su diversidad se convierta en una masa pesada que la lleve a su hundimiento, sino respetar su propia esencia plural y hacer valer ese respeto que tanto exige. El respeto a la diversidad no debe polarizar, atrincherar o fragmentar a la izquierda, por el contrario debe proyectar unión, corresponsabilidad, colaboración en cuanto a propuestas y acciones que de ahí surjan. La diversidad de la izquierda debe entender que cualquier acto propositivo o acción resolutiva tiene como fundamento el bien común y es en éste último en donde nace precisamente ese respeto a la diversidad. El bienestar es un principio fundamental de la vida humana, la diversidad es una característica humana de nuestra realidad, una cosa no se pelea con la otra. Y si el bienestar tiene sus raíces en el diálogo, la comprensión y la democracia, es precisamente porque este es el único proceso mediante el cual la diversidad puede alcanzar el bienestar humano.
                En México tenemos una buena oportunidad para lograr reivindicar a la izquierda como corriente ideológica de alcances humanos. Todos esos movimientos que enhorabuena han surgido, más allá de que en el discurso manifiesten reclamos y defensas de diferente índole encuentran varios factores comunes, como la justicia, la igualdad, el respeto a los derechos humanos, y en general un bienestar social integral. Es a partir de estas bases de donde debe partir la unión de esos grupos y personas, trabajar conjuntamente en la búsqueda de metas distintas pero objetivos comunes. Aquí radica la unión de la izquierda diversa, más no difusa. En la sociedad mexicana este proceso parece comenzar con la puesta en escena de diversos actores que luchan por la justicia en todas sus dimensiones. Esperemos que no prevalezca el ego intelectual que muchas veces aparece perjudicialmente en esta corriente de pensamiento, y puedan generarse los vínculos necesarios para formar un verdadero y cohesionado bloque de izquierda que respete la esencia de esta ideología y la asuma como tal. México tiene esta oportunidad.     
                 

miércoles, 2 de enero de 2013


Suicidio juvenil, el tiempo como arma letal.

José Roberto Hernández Fuentes.

Hoy por la mañana al leer la prensa me encontré con una nota que aborda algunos resultados de un estudio realizado por el Instituto Nacional de Psiquiatría cuyo temática es el comportamiento adolescente. Uno de esos resultados tiene que ver con el suicidio en este prematuro sector de la sociedad mexicana. Y es que la tasa de este lamentable fenómeno se ha elevado gravemente en rangos de edad que son sorprendentes. En datos fríos el suicidio es la tercera causa de muerte entre los adolescentes, sólo por debajo de los accidentes automovilísticos y el cáncer. De acuerdo a la nota, de los años que van de 1990 al inicio del nuevo milenio el suicidio se incrementó en un alarmante 150% entre mexicanos de 5 a 14 años de edad, mientras que en los adolescentes y jóvenes de 15 a 24 años de edad el aumento suicida fue del 74%. Bajo este sombrío panorama hay varios aspectos que destacan para el análisis de este negativo suceso.

El primer aspecto inquietante es el hecho de que sean niños, adolescentes y jóvenes los que están optando por perecer. A esas edades cualquiera pensaría que se tiene toda una vida por delante y que hay mucho por hacer, “el futuro está en tus manos” se les dice comúnmente a los jóvenes. Pero es un hecho que la realidad no es tan benévola. Se plantea entonces una cuestión en la que la decisión que se tome tiene que ver fundamentalmente con el tiempo y lo que se espera que traiga consigo. Me explico: el suicidio en primera instancia puede verse como una decisión personal, “¿lo hago? o ¿no lo hago?” “¿me quito la vida? o ¿vale la pena seguir viviendo?” Pero también es una decisión en la que influyen factores de índole social, cultural y económica según sea el caso, aunque a final de cuentas todo se vuelca sobre una decisión personal “¿intento sobrevivir a pesar de todos los obstáculos?” o “¿me rindo ante la aparente imposibilidad estructural donde la vida no tiene sentido?” es aquí donde los condicionantes de la estructura social atacan agresivamente las voluntades individuales cuestionándolas fuertemente tanto en el sentido como en la razón de la vida. 

Por otro lado, ante la disyuntiva suicida de “vivir o morir” la vida sigue siendo una opción, aunque esta sea la más remota, sólo que esta opción posiciona al potencial suicida como blanco de un buen número de cuestionamientos que se encuentran ya muy bien rotulados en lo que se conoce como conciencia colectiva, sobre todo en los actuales tiempos modernos, en los que se espera cada vez más de los individuos. Preguntas tales como ¿qué hacer con mi vida? ¿cómo hacerlo? ¿con qué recursos? ¿a qué tiempo? ¿me alcanzará el tiempo? ¿qué aporto? ¿qué valgo? ¿quién soy? ¿qué tengo? Son las que se trazan al pensar en “toda una vida por delante” o bien en “la construcción de un futuro”. Desde luego, este tipo de interrogantes al hacerse a tan temprana edad terminan colapsando al individuo en una situación altamente angustiosa, que lo puede llevar a tomar la decisión suicida. En este panorama resalta el hecho de que en la actualidad los adolescentes y jóvenes acumulen tanta exigencia a tan temprana edad. Esa exigencia proviene de un complejo cultural en cuyos valores fundamentales ya no se encuentran ni la paciencia ni la prudencia, todo debe de hacerse lo más rápido posible, inclusive con gran avidez. De ahí la cualidad de “líquida” que Bauman le atribuye a la sociedades modernas.        

De esta manera, el presente se torna completamente angustiante debido a un futuro incierto y a un pasado al cual no se le observa ningún valor lo suficientemente fuerte como para apoyarse en él. Bajo esta cruda lógica es donde planteo que el tiempo se transforma en un arma letal para el potencial suicida. Ahora bien, ¿por qué el tiempo se vuelve un arma letal contra los adolescentes y jóvenes de hoy en día? En lo personal me parece que la respuesta recae en un cada vez mayor descuido institucional sobre este sector de la sociedad. Pareciera ser que para las instituciones políticas y económicas los jóvenes no interesan en lo más mínimo. Sólo basta echar un vistazo dentro de la sociedad política en México para ser testigos de la poca o prácticamente nula participación de los jóvenes en actividades de esta índole, a pesar de que se han convertido en uno de los sectores más críticos de la sociedad y de la política nacional. No se genera un peso político de los jóvenes, y por ello es que comienzan a actuar como contrapeso de una política negligente que los rechaza y los margina. Mientras que en la sociedad económica estos representan sólo un blanco para el consumo en el que la frívola mercadotecnia finca sus principales intereses comerciales. Asimismo, las dificultades para la consecución de un empleo debido a la lógica y natural falta de experiencia es la repuesta generalizada que obtienen los jóvenes de las instituciones económicas. Es esta la esencia de un mercado perverso que por un lado incita y seduce a los jóvenes hacia el irracional consumo, y por el otro no les brinda las oportunidades económicas necesarias, ni siquiera básicas, para poder realizarse plenamente como consumidores. En este sentido es el mercado el que siempre sale victorioso, pues se convierte en un mercado unidireccional, es decir de ingresos y no de egresos. Al tiempo que los jóvenes enajenados por la droga consumista se ven obligados a optar, en un buen número de casos, por alternativas no convencionales que alteran la ya de por sí alterada la estabilidad estructural de las sociedades.

Entonces, los jóvenes no son tomados en cuenta en la construcción de su país, de su sociedad, ni tampoco son vistos como el futuro de la economía nacional. Se han convertido sólo en un cliché de los discursos políticos y de los intereses económicos. Se comienzan así a perder las generaciones, sus capacidades y potencialidades, no hay un desarrollo generacional y la figura del joven se oscurece y se frivoliza en el estancamiento. El resultado de esto son generaciones sin perspectiva ni valor, sectores efímeros utilizados para fines perversos de índole político, económico y hasta criminal. Por esto el futuro se vuelve una completa incertidumbre, porque no se prepara a la juventud que representa precisamente ese futuro social. Ante tal espectro, muchos jóvenes sólo se ven en la posibilidad de tomar la decisión suicida, tal como lo ha indicado el estudio que comento al iniciar este articulo.

Dentro de la tipología suicida durkheimiana, los suicidios de los jóvenes adolescentes mexicanos pueden ser del tipo egoísta y del tipo anómico, no así del tipo de suicidio altruista. El primero es consecuencia de una depresión general en donde el potencial suicida no encuentra la fuerza de voluntad suficiente para seguir con su vida, no observa ningún motivo que lo anime a seguir respirando. El segundo se  genera a partir de un sentimiento de marginación del sistema, no se encaja en el entorno, no se entienden el individuo y la estructura, lo que causa gran desilusión, molestia y cansancio agónico. El suicida altruista decide quitarse la vida prácticamente por un sentido patriótico de la existencia, se ve la opción mortal como un deber y a favor de cosas mejores.

Sin oportunidades a futuro, el presente se vuelve insustancial y el pasado no cobra ningún sentido, tal situación puede generar ya sea un elevado grado de depresión en el joven que no es capaz de observar nada que le reditúe en el porvenir, o bien una gran irritación por no encontrar en su contexto mediato condiciones que le favorezcan o le ayuden a realizarse de acuerdo a su voluntad. Todo esto puede conducir a interpretar la vida como una existencia sin significado ni valor y por ende a optar por la muerte como una salida a la incertidumbre del individuo moderno. Ya sea suicidio egoísta o suicidio anómico –de acuerdo a los establecido por Emile Durkheim– el caso es que los jóvenes están tomando decisiones drásticas respecto a su existencia, literalmente shakespeareanas del “ser o no ser”. Este acontecimiento es otro de los muchos que nos lleva a replantearnos el tipo de sociedad y de cultura que hemos o nos han formado. A dónde se está empujando a los individuos y por qué a tan temprana edad. Un joven fallecido es futuro corroído, y si las nuevas generaciones se ven obligadas a optar por la muerte, entonces en manos de quien estamos dejando nuestro futuro. Los jóvenes tenemos que dar la batalla, sin aceptar amedrentaciones sistémicas, ni obstáculos de poderes codiciosos llenos de avaricia. Por el contrario ser conscientes de nuestra capacidad y de la real posibilidad de nuestros anhelos. Tomar la realidad como un reto y no como una desilusión, optar por la vida y no por la muerte, porque en el espíritu juvenil reside la esperanza y esa es inmortal.

Ustedes han dispersado a mis ovejas y las han echado en vez de preocuparse de ellas. Pero ahora me voy a ocupar de ustedes por todo el mal que cometieron, palabra de Yavé. Voy a reunir el resto de mis ovejas, llamándolas de todos los países adonde las haya dispersado. Las haré volver a sus pastos, donde se criarán y se multiplicarán. Yo pondré al frente de ellas pastores que las cuiden, y nunca más temerán ni serán asustadas. Ya ninguna se perderá (Jer 23:2-4).