México: el resurgimiento de la izquierda y sus problemas
José Roberto Hernández Fuentes
Antes las actuales
problemáticas que aquejan hoy en día a los mexicanos en todas las dimensiones
de la vida social, parece observarse un intento de revitalización de la
izquierda en este país, o bien, al menos hay muestras de querer salir de la
inercia en la que se ha estancado por varios años. El movimiento #Yosoy132, el
Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, los movimientos o el movimiento
de las madres de mujeres jóvenes desaparecidas o asesinadas, el movimiento
liderado por Andrés Manuel López Obrador, las diversas Organizaciones No
Gubernamentales o Asociaciones de la Sociedad Civil en la defensa de los
derechos humanos entre otras, y por supuesto la vuelta a la escena política
nacional del EZLN con su emblemático líder (o uno de sus líderes) el Sub
Comandante Marcos, asoman un posible resurgimiento de la izquierda política y
social en México. Además de estos, también me atrevo a englobar en este grupo
de personas y organizaciones a todos aquellos mexicanos que sin pertenecer a
algún movimiento de izquierda, piensan, reflexionan y viven de acuerdo a esta
perspectiva ideológica.
Esto sin duda es, en primera instancia, positivo para
la sociedad mexicana en general, pues representa un bloque crítico, alternativo
y con propuesta ante los diversos fenómenos del acontecer diario y ante la
forma en que proceden los gobiernos municipales, estatales y federales. Sin
embargo, la izquierda siempre afronta problemas hasta consigo misma, y en esto
radica su complejidad y su conflictividad. Ser de izquierda puede ser
“problemático” tanto en su proyección externa como en su comprensión interna. Por un lado, en su exterioridad, su aparente
problema recae en su radicalidad crítica y propositiva. Muchas veces a la
izquierda se le señala como holística, precisamente por su carácter
antisistémico, lo que es considerado por sus detractores como poco o nada
pragmático a la hora de definir soluciones a problemas cotidianos que son vistos
a una escala mucho menor. Sostengo, que la mayoría de las veces la izquierda se
ha confundido si no perdido en este prejuicio infundado. Y cuando esto sucede,
la izquierda pierde su valor y su esencia como perspectiva ideológica, se
acobarda o en el peor de los casos termina por enajenarse en los regímenes
derechistas neoliberales. Eso ha pasado en México al menos a nivel de sistema
de partidos.
Por otro lado, en su carácter interno, sus propios
principios la han llevado a conflictuarse constantemente. Los valores que
promulga, la diversidad de pensamiento y por ende de acción que defiende son
aspectos de una nueva izquierda que afronta, también, grandes retos en su
interior. La heterogeneidad y el gran valor que cobra como principio renovador
de esta ideología es una tarea que no se ha logrado resolver a la hora de
buscar y definir acuerdos respecto a propuestas y soluciones a problemáticas
determinadas. Tal característica ha producido que los procesos sociales y
políticos que surgen desde esta óptica se vuelvan lentos y faltos de cohesión. Esto
también se ha convertido en un punto débil que es aprovechado por sus
detractores para denostar o perjudicar cualquier propuesta o acción que
provenga de la izquierda.
Sin embrago, ambos problemas que a mi parecer
enfrenta esta corriente ideológica han sido más por atribución que por algo que
realmente suceda con la izquierda. Es decir, la izquierda tiene que asumirse
como tal, y postularse como un pensamiento complejo que es capaz de abordar una
crítica propositiva holística a partir de su heterogeneidad. El problema real
es que no ha sabido cómo resolver esta relación entre su holismo como matiz
crítico y su carácter heterogéneo como
matiz propositivo. Es fundamentalmente antisistémica y por consecuencia busca
el cambio estructural. Es diversa en su pensamiento y por ende sus búsquedas
parten desde diferentes posiciones. A pesar de esto, el panorama no es tan
complicado como parece. Primero porque el sistema tal como está no funciona, o
bien, no funciona para todo el mundo, existen grandes y latentes desigualdades
sociales y económicas que por más “intentos” que se hacen no se logran
resolver. Pobreza, desempleo y violencia por doquier gracias a este sistema que
se dice nuestro. Es claro entonces que “nuestro sistema” ya no funciona, si es
que alguna vez funcionó. Y los mismos funcionalistas ya no han encontrado
soluciones a las patologías sistémicas. Es claro también que necesitamos
urgentemente otro tipo de estructura social, política y económica, que sea justa
y equitativa para todos. La izquierda siempre ha propuesto el cambio
estructural, y no debe cambiar su posición. El estado crítico del estado de
cosas actual es una real posibilidad para que su pensamiento entre en acción.
Su diversidad interna más que un problema debe
transformarse en una gran ventaja, pues proporciona una enorme lluvia de ideas
y propuestas, que tienen que entrar a un obligatorio proceso de diálogo y
comprensión, donde la democracia debe de afianzarse como cimiento fundamental
para la toma de decisiones. Es en este punto donde la vasta heterogeneidad que
incluye la izquierda debe de hacer valer el entramado axiológico que le
distingue y desterrar cualquier vejo de imposición o arbitrariedad. En este
sentido, la izquierda no debe de permitir que su diversidad se convierta en una
masa pesada que la lleve a su hundimiento, sino respetar su propia esencia
plural y hacer valer ese respeto que tanto exige. El respeto a la diversidad no
debe polarizar, atrincherar o fragmentar a la izquierda, por el contrario debe
proyectar unión, corresponsabilidad, colaboración en cuanto a propuestas y
acciones que de ahí surjan. La diversidad de la izquierda debe entender que
cualquier acto propositivo o acción resolutiva tiene como fundamento el bien
común y es en éste último en donde nace precisamente ese respeto a la
diversidad. El bienestar es un principio fundamental de la vida humana, la
diversidad es una característica humana de nuestra realidad, una cosa no se pelea
con la otra. Y si el bienestar tiene sus raíces en el diálogo, la comprensión y
la democracia, es precisamente porque este es el único proceso mediante el cual
la diversidad puede alcanzar el bienestar humano.
En México tenemos una buena oportunidad para lograr
reivindicar a la izquierda como corriente ideológica de alcances humanos. Todos
esos movimientos que enhorabuena han surgido, más allá de que en el discurso
manifiesten reclamos y defensas de diferente índole encuentran varios factores
comunes, como la justicia, la igualdad, el respeto a los derechos humanos, y en
general un bienestar social integral. Es a partir de estas bases de donde debe
partir la unión de esos grupos y personas, trabajar conjuntamente en la
búsqueda de metas distintas pero objetivos comunes. Aquí radica la unión de la
izquierda diversa, más no difusa. En la sociedad mexicana este proceso parece
comenzar con la puesta en escena de diversos actores que luchan por la justicia
en todas sus dimensiones. Esperemos que no prevalezca el ego intelectual que
muchas veces aparece perjudicialmente en esta corriente de pensamiento, y
puedan generarse los vínculos necesarios para formar un verdadero y cohesionado
bloque de izquierda que respete la esencia de esta ideología y la asuma como
tal. México tiene esta oportunidad.