sábado, 30 de abril de 2011

México: Sociedad, Gobierno, Crimen organizado y dictadura…
José Roberto Hernández Fuentes.
A la memoria de Jesús Fuentes Chia, mi abuelo. QPD

Sociedad
Mucho se ha hablado sobre la importancia del papel que la sociedad mexicana debe tomar ante el difícil y ambiguo episodio por el que transita nuestro país, pero ¿de qué hablamos cuando nos referimos a la sociedad mexicana? En ocasiones pareciera ser que avocamos a un numeroso grupo de personas las cuales se encuentran en la total disposición de colaborar por el bien de la nación, identificadas, cohesionadas y capacitadas para llevar a cabo acciones colectivas que logren dar solución a la compleja problemática que aqueja todas las dimensiones de la vida social en México. Una sociedad mexicana que se distancia de la corrupción y el crimen como patologías sociales que afectan su estructura. Pero entonces ¿aquel o aquellos que se corrompen y que cometen crímenes no son parte de la sociedad mexicana? Por supuesto que lo son. Esto complejiza la idea abstracta de lo que solemos llamar “sociedad mexicana”, sobre todo, cuando en ella solamente queremos englobar a los mexicanos de buena voluntad, trabajadores, honestos y estoicos (como diría Paz), perdiendo de vista grandes sectores de la sociedad que actualmente (y lamentablemente) se encuentran en una situación estructuralmente perjudicial (narcotraficantes, sicarios, extorsionadores, secuestradores, demagogos, corruptos, pederastas, explotadores y demás entes dañinos). La sociedad mexicana es una sociedad completamente polarizada; por un lado se encuentran todos aquellos quienes a lo largo de su trayectoria como ciudadanos han llevado una vida cívica honesta, responsable y apegada a las normas sociales y reglas establecidas (situación que no es fácil de llevar en un país cuyo imperio de la ley se caracteriza por la vulnerabilidad institucional y en donde aparentemente vive mejor quien transgrede la ley) más allá del irónico desgaste moral que éste estilo de vida conlleva, pues vivir con rectitud cívica en México no es ni reconocido ni estimulante, quizá sólo personal y espiritualmente dignificante. Por el lado contrario, encontramos a todos aquellos miembros de la sociedad mexicana que por una u otra razón cayeron o ingresaron en las filas del crimen organizado, ya sea por su condición socio-estructural llena de obstáculos, carestías y desilusiones, o bien, por la simple y superflua atracción que tiene la, para muchos, seductora vida criminal, en donde se promociona simbólicamente el poder por el poder y el dominio en base a la fuerza bruta e irracional. Hablar de la sociedad mexicana es remitirnos a un ente desdibujado, sin forma, es referirnos a algo que desconocemos o que no conocemos del todo bien. Apelamos entonces a la suerte, a la espontaneidad, al milagro (tan arraigado en la cultura popular mexicana) de una sociedad como solución al problema, un problema de raíces históricas que se busca resolver, ingenuamente, sólo remediando las vicisitudes del presente, un presente que requiere urgentemente de una revisión de su historia, por cierto, una historia que tampoco nos ha dejado del todo claro nuestro pasado, pues ha sido manipulada con fines políticos, ocultando las verdaderas huellas que ha dejado su transcurso original, aspecto que daña o al menos deja con mucha debilidad los cimientos sociales de una nación.
Por ello se cuestiona el rol que juega en estos momentos la sociedad civil en México, se busca encontrar sus potencialidades, su significado y su importancia dentro de la actual coyuntura nacional. Pero lamentablemente no ha logrado consolidarse, entre otras cosas por 1) ser la primera vez en que realmente se requiere (casi por obligación) de poner en práctica sus capacidades, y toda primera vez resulta complicada y a veces frustrante, 2) por no haber hecho uso de la oportunidad histórica de conocerse a sí misma, es decir, no haber aprovechado los momentos históricos clave en el que se dieron las circunstancias para que la sociedad civil realmente decidiera el rumbo de la nación, pudiéndose dar cuenta así de sus potencialidades y capacidades (un ejemplo fue el suceso político-electoral de 1989) y, 3) por la ambigüedad que hoy existe para saber quienes son los “buenos” y quienes son los “malos” en está denominada “guerra” contra el crimen organizado.
Por lo tanto, la sociedad mexicana tiene ahora el gran desafío, pero también la gran oportunidad de identificarse y de cohesionarse para así poder sacar adelante, con buenos resultados, este fatídico episodio de la vida nacional. Comenzar desde las trincheras socio-institucionales como la familia y la escuela, esforzándose por cimentar ciudadanos con alto valor cívico y ético, aprovechando los recursos disponibles, haciendo uso de una mayor creatividad ciudadana y exigiendo por más y mejores condiciones estructurales. Se trata entonces de incrementar el capital social para hacer uso de él y así poder colaborar desde las comunidades en la solución de la problemática, construyendo una ciudadanía cívicamente sólida y socialmente sustentable. Error sería entonces esperanzarse a lo que sucede el 2012, fincar las esperanzas de la sociedad en un nuevo presidente, en un nuevo gobierno. La sociedad mexicana tiene que articularse, definirse y cohesionarse para tomar un rol realmente transformador en la sociedad; escuela y familia serían un buen lugar para comenzar.  

Gobierno
Las decisiones tomadas por el gobierno federal respecto al problema de la inseguridad han sido criticadas fuertemente por varios, sino es que todos, los sectores de la población mexicana, denostando las estrategias (si es que las hay) que ha implementado el gobierno del presidente Calderón. Se descalifica el enfrentamiento directo que ha tenido el Estado con los grupos del crimen organizado, atribuyéndole a esto todas las muertes de civiles que han acaecido durante los confrontamientos violentos que se suscitan en cualesquier parte de la república, en cualquier calle de las ciudades y hasta en los mismos hogares de las familias mexicanas. Sin embargo, a pesar de la sangre derramada, de las descalificaciones y críticas ciudadanas, la “estrategia” continúa siendo la misma, y el gobierno se defiende de estas acusaciones, aduciendo que los verdaderos responsables de tanta violencia en el país son los grupos de criminales, no las autoridades gubernamentales. Queda claro que la actitud del gobierno no cambiará, por lo menos hasta el final de esta gestión presidencial, y es obvio que ya no hay tiempo para cambiar, el hacerlo representaría una derrota para el actual gobierno, para el Estado mexicano, más que un cambió de estrategia. Empero, hay algo que si podría realizar el gobierno federal, algo en lo que podría esforzarse aún más en éste combate que ha emprendido, me refiero a la limpieza de sus instituciones, a una significativa disminución de la corrupción política, lo cual constituiría un considerable golpe a las fuerzas del crimen organizado y el mejor remedio para la política mexicana. Establecer filtros institucionales con el fin de depurar funcionarios públicos corruptos y políticamente cancerígenos; la enfermedad de la corrupción es un cáncer bastante propagado en las instituciones de gobierno, y es al mismo tiempo el principal factor que impide cualquier buena voluntad política.
Un aspecto interesante para el análisis proviene de la opinión pública, de los señalamientos casi exclusivos hacia el gobierno federal como único responsable de la crisis de violencia que vive la sociedad mexicana. Esto es entendible si comprendemos la cultura política que priva en la sociedad mexicana, pues se conoce poco sobre las capacidades y alcances que los gobiernos estatales y municipales tienen respecto la seguridad pública, sobre la gran importancia política del trabajo legislativo que se realiza en las cámaras de diputados y de senadores, y sobre otras dependencias de gobierno que tienen un significativo trabajo en cuestión de seguridad pública. Una de las características de la cultura política mexicana es precisamente que solemos endilgar toda culpa de nuestros males nacionales al ejecutivo federal, como si fuese el único encargado de toda función gubernamental, reflejando así las secuelas enfermizas del paternalismo histórico que privó por mucho tiempo en México, y  del que quizá aún quedan algunas resabias. Con esto no busco exonerar al gobierno federal ni al actual presidente de toda responsabilidad de lo que sucede en el país, sino también señalar el trabajo que le corresponde a cada gubernatura en las entidades federativas, a cada gestión municipal, a los diputados locales y federales, a los señores senadores de la república, y a todo funcionario de gobierno de cualquier nivel. Señalar el desempeño que han tenido, el rumbo que le han dado a la nación. La solución no sólo le concierne a la Secretaría de Seguridad Pública, al Ejército, a las procuradurías, agencias de policía y al presidente Calderón, sino además, a todas las secretarías de gobierno y a todos sus funcionarios públicos. El problema no es la violencia que azota en cada rincón de la república, es la negligencia gubernamental y el olvido sociopolítico que ha sufrido México, lo que trae como consecuencia nuestro presente. Mientras las cámaras de diputados y senadores continúen reteniendo las reformas estructurales que necesita el país, la situación seguirá siendo la misma y el país continuará estancado, mientras no se depuren las policías y principalmente sus altos mandos, la seguridad pública seguirá siendo un espejismo, una deuda cada vez más grande con la sociedad mexicana, mientras los gobiernos estatales y municipales no realicen su respectiva función y no halla un dialogo y una coordinación política con el federal, toda política de seguridad será mediocre y probablemente mal implementada, mientras el gobierno o los gobiernos en México se encuentren divididos, discordantes y dándole más importancia a intereses de tipo partidista o de cualquier otra índole que no sea lo social, la política mexicana continuará siendo intrascendente, inoperante y negligente como lo es hasta ahora. Tenemos que estar plenamente conscientes de que no llegará un presidente nacional a resolver por si solo la problemática, pues la solución no la tiene un solo hombre o una sola mujer, sino un corpus gubernamental, en donde cada funcionario público asuma cabalmente su responsabilidad. El gobierno mexicano (el actual y el que venga) necesita relegitimarse, y esto sólo lo logrará mediante un quehacer político honesto y constante, mismo que se verá reflejado en la vida cotidiana de los mexicanos.

Crimen organizado y dictadura
Probablemente el crimen ha existido durante toda la historia de la humanidad, pero quizá nunca de la manera tan organizada como lo está hoy. Y es precisamente esa organización delictiva la que está produciendo tantos daños a la estructura social mexicana, poniendo en jaque a los tres niveles de gobierno en México. El crimen organizado comprende una serie de redes socio-delictivas que atentan contra la estabilidad del orden social de los países en que se originan, trascienden los límites nacionales y alcanzan una estructura internacional, por lo que podemos asemejarlo a una empresa transnacional de carácter informal. El poder que logran alcanzar las organizaciones criminales muchas veces trastoca los ámbitos políticos, económicos y hasta culturales de las sociedades, tal y como ocurre en nuestro país.
En México, el crimen organizado ha incrementado considerablemente su poder, aprovechando las debilidades socio-estructurales y sociopolíticas de la sociedad y el gobierno respectivamente, abasteciendo cada vez más su capital delictivo. Como resultado de la fuerza y el poder que ha tomado la delincuencia organizada en el país, vivimos hoy una crisis social sin precedentes, un episodio nacional convulso que resquebrajó los cimientos del orden social al transgredir la vida institucional del los mexicanos. Sin embargo, todo lo perjudicial, todas las consecuencias perversas que ha dejado y continúa haciéndolo el crimen organizado, irónicamente puede resultar beneficioso para la sociedad mexicana, por supuesto pagando ya un alto costo. El miedo con el que vivimos una gran mayoría de los mexicanos por la ola de violencia que se suscita en nuestro país, ha restringido muchas de las libertades y garantías que por derecho nos corresponden; hoy no podemos salir plácidamente a las calles, a las plazas públicas, a los centros comerciales, no podemos caminar tranquilamente, no podemos siquiera conducir nuestros coches sin la sospecha de que en algún momento se produzca una balacera entre malhechores de bandos contrarios, o bien, entre delincuentes y policías (o militares) y tener el alto riesgo de sufrir una herida por causa de una bala pérdida; no podemos intentar progresar económicamente porque esto conlleva el riesgo de ser víctima de secuestradores o extorsionadores; no podemos tener la voluntad de trabajar en pro de nuestra comunidad o nuestra sociedad porque corremos el riego latente de ser asesinados, es decir, tenemos un riesgo latente de morir si, personal o colectivamente, actuamos decididamente en contra del estado de cosas actual, si denunciamos alguna fechoría, algún acto corrupto o si, simplemente nos defendemos de la injusticia, tan presente en nuestra realidad. En términos generales el mexicano no puede salir a las calles, no puede expresarse con toda libertad, no puede asociarse y actuar decididamente por el bien común sin correr el riego de simple y sencillamente perder la vida. En otras palabras estamos viviendo una especie de semi-dictadura criminal basada en la amenaza, el miedo y la sumisión. Pero, nadie puede soportar una situación así por mucho tiempo sin responder de alguna manera, sin defenderse como se pueda, es cuestión de instinto, de naturaleza humana, y la sociedad mexicana ya está tocando fondo, ya está llegando al hartazgo total, a la etapa de respuesta, de acción, y eso lo vemos poco a poco con el proceso de re-conocimiento que está teniendo la sociedad civil mexicana, con el surgimiento espontáneo de líderes sociales, de ciudadanos seriamente afectados que vuelcan su resentimiento hacia la lucha por un mejor país, por la reestructuración social y política de México. Entonces, esta semi-dictadura de la que hablo, puede ser la causante (y lo está siendo) de una mayor cohesión, identificación y articulación de la sociedad civil, pero sobre todo, de un desenpolvamiento de la estructura social y política de México.              

jueves, 28 de abril de 2011

DE LA REVOLUCIÓN CEMPAZÚCHITL
A LA REVOLUCIÓN DEL TORONJIL

Ernesto Ortiz Diego (sociólogo)
La revolución de los claves en Portugal del 25 de abril de 1974 y la revolución del jazmín del 17 de diciembre de 2010, estas revoluciones bautizadas con los nombres de las flores han surgido en sociedades de Europa Central, el Medio Oriente y el Norte de África. Los participantes de esas rebeliones las han encabezados en su mayoría jóvenes que han protestado contra los gobiernos corruptos y autoritarios, para promover la democracia y la independencia nacional.
La asombrosa marea de los pueblos, sin líderes ni banderas ni ideologías partidistas, han provocado una gran conmoción a nivel mundial, que han estado derribando dictaduras protegidas por el gran capital de los Estados Unidos, recordemos dos dictaduras más longevas de la historia de Portugal que abarcó el periodo 1926-1974 de Antonio de Oliveira Salazar y continuada por Marcelo Caetano desde 1968 a 1974 hasta su derrocamiento por la Revolución de los claveles de 1974.
Aquella lectura de Portugal de 1974, ahora con las rebeliones de Medio Oriente y el Norte de África de 2011, lo que ha estado ocurriendo es un colapso político en el Magreb ( Libia,Túnez, Marruecos y Argelia), y las ondas sísmicas que han llegado a Egipto en el Sinaí, se han traducido en erupciones en Yemen, Costa de Marfil y en otras dictaduras como la que encabeza el tirano de Libia, Muamar el Gadafi.
La revolución de los claveles del 25 de abril de 1974, hizo volar por los aires a la vieja dictadura de Marcelo Caetano (con 48 años). El movimiento famoso, la “Revolución de los Claveles”, se inició el 25 de abril de aquel histórico año, con una canción en Radio Renascenca: “Grándola, Villa Morena”, compuesta por José Afonso “Zeca”Cerqueira dos Santos, leamos tres de las seis estrofas que componen esta heroica canción en español a reserva de publicar las otras tres en una entrega futura:
Grándola, Villa Morena
tierra de la fraternidad,
el pueblo es quien más ordena dentro de ti, oh ciudad.
dentro de ti, oh ciudad.
Dentro de ti, oh ciudad
el pueblo es quien más ordena,
tierra de la fraternidad,
Grándola, Villa Morena.
En cada esquina un amigo,
en cada rostro igualdad.
Grádola, Villa Morena
tierra de la fraternidad.
Estas estrofas de la libertad de Portugal han adoptado un color o una flor como símbolo: claveles en Portugal, terciopelo en Checoslovaquia, rosas en Georgia, tulipanes en Kirgistán, naranja en Ucrania. Actualmente es Túnez, país árabe del Magreb, que vive la revolución del jazmín y que provocó la caída del dictador Zine El Abidine Ben Ali, que tenía 23 años en el poder.
Esperamos que esas rebeliones, la mayoría de ellas pacíficas, lleguen a Tixtla* con la “rebelión del cempazúchitl”, y en Chilpancingo* con la “rebelión del toronjil”, para terminar con tanta corrupción e impunidad, de gobiernos ineficientes y cuyas autoridades municipales se han enriquecido con los impuestos que paga la clase trabajadora, sin que haya obra pública y servicios sociales a las comunidades que valga la pena retener en nuestras memorias de hombres libres, pero desempleados y cada vez más empobrecidos.
La revolución del jazmín. Todo empezó el 17 de diciembre de 2010 con el intento de suicidio de Mohamed Bouazizi, un joven de 26 años, a quien la policía confiscó su instrumento de trabajo porque carecía de una autorización oficial, una modesta carretilla con la que vendía frutas y legumbres. Mohamed era un arquitecto diplomado, desempleado como muchos jóvenes tunecinos. Sus reclamos fueron desoídos por la autoridad soberbia (como las que abundan en Guerrero). Desesperado por esa pérdida se roció sus ropas con gasolina y se prendió fuego. Su muerte se produjo días después, el 4 de enero de 2010, como resultado inevitable de sus graves quemaduras. El dictador Ben Ali, renunció a la presidencia el 14 de enero de 2011 y se refugió en Arabia Saudita.
Esperemos sin embargo que la Revolución del Jazmín sea la antesala, de un proceso orientado a una verdadera Revolución Socialista como la que anuncia el doctor Pablo Sandoval Cruz en su nuevo libro “Camino al socialismo”, o que demuestre Ángel Aguirre que su gobierno será socialista como el de Lázaro Cárdenas (1934-1940), valga la comparación.


* ciudades del estado de Guerrero en México.



martes, 26 de abril de 2011

Verdad y mentira en Nietzsche II                              
Hernán Nicolás Rosso *

En Humano, demasiado humano, Nietzsche afirma que la metafísica es “la ciencia que trata de los errores fundamentales del hombre, pero como si fuesen verdades fundamentales” [§18]. El hombre históricamente se ha visto en la necesidad de tener en frente una realidad consoladora, adaptada a sus intereses, y es por eso que llegó la metafísica a fundamentar (y satisfacer) estas necesidades populares creando (y creyendo) teorías poderosas que antropomorfizan al mundo, haciéndolo un pleno de significados, exagerando sus virtudes, llenándolas de verdades eternas, rimbombantes, letárgicas. Estás teorías grandilocuentes han hecho de la vida algo en extremo pesado, y cargándola de tanta responsabilidad transmundana, en definitiva, le han quitado casi toda su importancia. Tales metafísicas fueron necesarias en su tiempo, el hombre no hubiese sobrevivido como especie sin ellas; pero según el filólogo, estamos arribando a una época (¿escéptica?) que debe revertir todo este proceso mistificador.
Así las cosas, Nietzsche apuesta entonces, para contrarrestar los efectos de la metafísica, por una filosofía histórica íntimamente ligada a los métodos y las prácticas de las ciencias naturales (sobre todo, la psicología, la antropología y la biología). Esta filosofía tendrá una preocupación primaria por la vivisección de los conceptos y sentimientos morales que tanto realzan las metafísicas; y usa retóricamente esa palabra (vivisección) para denotar una búsqueda sucia o repugnante, que vaya al encuentro de las bases mezquinas y perversas que construyeron el altruismo, la benevolencia del hombre. Por eso apuesta no por las verdades como eternas y teatrales, sino por el origen netamente histórico de esas verdades, orígenes que parecen inaparentes, casi pudorosas, con la cual uno debe armarse de un método riguroso, con un alma sobria y modesta.
Ahora, está claro que con su propuesta Nietzsche no puede refutar a la metafísica. Explicitar los orígenes de las creencias no dice nada contra las razones que las fundan, y mucho menos, contra su verdad. Además, este proceso escéptico para con la metafísica, que se tilda de inhumano, se hace difícil de practicar si tenemos en cuenta que, en tanto que escéptico, es imposible que traiga “verdades estrictas”. Sin embargo, esta inhumanidad es reducida a “dolores de parto” [§107]; es en última instancia, históricamente inhumanas. Así, aunque sea necesario poner en suspenso los deseos de felicidad o bienestar en la búsqueda del conocimiento (así como un cirujano no debe ser del todo consciente que en sus manos está la vida de una persona), en definitiva, lo que busca no es puramente el conocimiento, sino que este proceso tendrá por resultado “aliviar la carga de la vida” [§35] (así como al cirujano no le interesa en última instancia la efectividad de la cirugía, aunque debe preocuparse absolutamente por ello, sino mantener al paciente con vida). Es por esto que no se apuesta por refutar a la metafísica, sino desacretidarla como dadora de sentido a la vida, mostrando lo inútil de su enseñanza (“su conocimiento sería el más indiferente de todos: más indiferente todavía que para el navegante acosado por la tempestad debe serle el conocimiento del análisis químico del agua.” [§9]).
Por ejemplo, entonces, vemos que la causa de toda la ontología de la que parte la metafísica se encuentra en una tesis del antropólogo Tylor, según la cual, la creencia en dioses, espíritus y almas se debió en una vieja confusión. El hombre antiguo, al soñar con muertos, infería que éstos debían de seguir vivos de algún modo. Éste trivial infortunio lógico es el origen de los credos más valioso del hombre. Así sigue el desarrollo del análisis del sueño, apoyándose en la tesis de los antropólogos contemporáneos, argumentando que el hombre primitivo vive en vigilia lo que el hombre actual vive en sueños.
Cuando dormimos, recibimos estímulos externos (del ‘mundo que transitamos en la vigilia’), y el cerebro debe defenderse de esos estímulos, por lo que en sueños presenta la primera causa que se le ocurra, y llega incluso (por lo defectuoso que trabaja la memoria en tales estados) a recordarlo como anterior al estímulo que ‘supuestamente’ sería su efecto (llega entonces a revertir la relación causa-efecto). Incluso el hombre actual tiene ciertos resabios de esa forma de razonamiento, que podría definirse (tal vez retóricamente) como ansias de creer intensamente en la verdad de la primera explicación que se nos cruza por la cabeza de los fenómenos que nos resultan ‘misteriosos’ o ‘peligrosos’ (en este punto es interesante ver la fuerte contraposición entre un razonamiento escéptico, que ante la duda suspende el juicio, y otro metafísico, que ante la duda, cree vehementemente). Sin embargo, ha devenido históricamente el espíritu científico, el cual “ha desarrollado el pensamiento lógico más incisivo [y] el discernimiento riguroso de causa y efecto” [§13], en virtud del cual se pueden evidenciar lo ‘falaz’ que puede llegar a ser el razonamiento primitivo (que al parecer, es también el metafísico).
Como hemos dicho ya, el espíritu científico es algo que ha devenido históricamente. Según Nietzsche, existe como un ‘progreso espiritual’ (expresión quizás problemática) de la humanidad. Esto vendría a significar que progresivamente el hombre, de generación en generación, se va tornando más científico (¿escéptico?) y menos metafísico.
Ahora, siendo las valoraciones (por ejemplos, estéticas) históricamente fundadas; así, nosotros podemos (parados sobre nuestra época) creer como ‘crueles’ las prácticas pasadas, como ser, la de esclavitud; como los antiguos podrán, a su vez, pensar que nuestro espíritu científico es ‘horrendo’.
La palabra progreso tiene el doble sentido de ser un desarrollo histórico de algo (en este caso sería un proceso de espiritualización), al que se agrega un juzgamiento positivo (en tanto que deseable, por lo menos parcialmente) de ese desarrollo. Es así como cobra sentido la distinción nietzscheana de espíritus superiores (avanzados) en contraposición a espíritus inferiores (atrasados). Estas almas serían superiores en tanto que no sólo tienen un sentimiento de in-imputabilidad que los hace inocentes ante el mundo; sino que a su vez acrecientan el interés por la vida y sus pequeños (grandes) problemas. Para eso debe tenerse en cuenta que todo deviene, incluso la misma valoración ‘positiva’ de Nietzsche, por lo que es lícito para un antiguo creer espantosa la época actual, aunque parezca ser positivo que “cuando menos atados están los hombres a la tradición, tanto mayor es el movimiento de los motivos, tanto mayor […] la inquietud externa, el entrecruzamiento de los hombres, la polifonía de los afanes” [§23]. Así, la vida devendría progresivamente “mucho más simple, menos viciada por los afectos actuales; de modo que al principio los antiguos motivos del deseo vehemente todavía tendrían fuerza debido a un antiguo hábito heredado, pero paulatinamente iría debilitándose bajo el influjo del conocimiento purificador. En definitiva, uno viviría entre los hombres y consigo como en la naturaleza, sin elogios, reproches, acaloramiento, disfrutando como de un espectáculo de muchas cosas hacia las cuales hasta entonces sólo tenía que temerse” [§34]. Este pasaje (¿paisaje?) especialmente denota el espíritu moralmente escéptico de Nietzsche, que nos recuerda en cierto sentido a Hume y su moral que parte de la distinción agradable-desagradable, placer-dolor; solamente que tales estados eran definidos por la naturaleza humana, mientras que para el alemán, devienen históricamente. Así es que el hombre escéptico de la actualidad (el espíritu superior con una “modesta desconfianza”) juzga desagradable al hombre violento y colérico, aunque admite a su vez que tal hombre era ‘moralmente justo’ en tiempo anteriores, más metafísicos, más cercanos a las bestias, y por tanto, menos espirituales. Es en este contexto de talante escéptico (con retoques ilustrados e historicistas), en definitiva, donde un hombre avanzado (históricamente ‘progresado’) puede creer injusto al atrasado.

*Estudia filosofía en la Universidad de Córdoba, Argentina.




jueves, 21 de abril de 2011

Nuevas carreras…¿y el trabajo?

Samuel F. Velarde

No cabe la menor duda, que la educación superior es un elemento primordial para el desarrollo de las sociedades, sin embargo también existe la buena planeación para no convertir a la educación superior en un escaparate de curiosidades.

Esto a propósito de la apertura de las nuevas carreras que la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ) acaba de emprender. Es muy loable si se observa de manera simple esta acción, pero luego viene la siguiente pregunta. ¿Existe un campo laboral para cuando el estudiante egrese?, ¿se habrá visto el riesgo de saturar de profesionistas desempleados a una sociedad ya de por si en crisis? Es importante que la universidad juarense o cualquiera que desee ampliar su oferta educativa, hiciera un análisis serio de esto y de otras cosas. Si existen 70,000 “ninis” (así se les denomina en México a los jóvenes que ni estudian ni trabajan), no sería justo (y perdón por el atrevimiento) crear “sinos” (sí estudiaron, pero no trabajan), porque habría que ver actualmente el número de profesionistas que estudiaron y no encuentran trabajo.

Mucho se ha insistido sobre la necesidad de cerrar por algún tiempo ciertas carreras que por desgracia sus matriculas exceden a la demanda laboral. Ahí está Derecho, una carrera que crece con miles de estudiantes y lo paradójico, es que vivimos en un país donde el Estado de Derecho no se respeta, donde hay grandes índices de impunidad. O la carrera de Educación, jóvenes que al terminar su carrera no saben que son, si profesores habilitados, expertos en educación o profesores de kindergarden, hay casos donde estos profesionistas consiguen alguna plaza magisterial pero se topan con la corrupción de un SNTE (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación) y se les prohíbe prácticamente laborar, al no pertenecer a la carrera magisterial. Luego los psicólogos, que después de quebrarse la cabeza por cuatro años y pensar en ser los sanadores de la salud mental del ciudadano, terminan de burócratas en alguna dependencia gubernamental o en una ONG, atendiendo todo menos la salud mental del individuo. Y así diferentes casos como los arquitectos, diseñadores, optometristas y otros. Por no hablar de nosotros los sociólogos.

Llama la atención como estas nuevas carreras que se crean (Licenciatura en Publicidad, Gerontología, Químico Fármaco-Biólogo, Periodismo, Finanzas, Pedagogía del Inglés como Segunda Lengua, Comercio Exterior, Gestión de Espacios Culturales y Recreativos) de alguna manera algunas competirán con otras, si no idénticas, si con el mismo marco teórico formativo. En otras palabras, con un mercado laboral en una sociedad como la actual, ¿el universitario que egrese logrará asegurar un trabajo digno? Esperemos que esta reflexión no sea nada certera, de otra manera continuaremos en una espiral viciosa, donde la educación superior sea también parte de la crisis, por no hacer la planeación adecuada.





lunes, 11 de abril de 2011

Verdad y mentira en Nietzsche I

Hernán Nicolás Rosso *

Nietzsche comienza su ‘Sobre verdad y mentira en sentido extramoral’ con una descripción patética de la historia de la humanidad, que a pesar de ser casi una nada en el universo, cree tener una verdad certera y absoluta (una correspondencia o concordancia entre las palabras y las cosas), siendo que no parece tener más que el frágil intelecto para tal empresa (intelecto que retóricamente se define como la capacidad de fingimiento). A partir de allí, el autor argumenta a favor de la idea de que el intelecto (que sirve para satisfacer la voluntad de verdad) nació en el hombre como dispositivo de adaptación, para permitir la supervivencia de un animal carente de garras y cuernos. Así, la voluntad de verdad no implica una necesidad del hombre de encontrar el conocimiento (puro), sino de los efectos agradables que trae el conocimiento. En caso de que la verdad no tenga ese talante, lo ocultamos con falacias (pues la mentira también puede traer efectos agradables). Así, una vida agradable, como diría Hobbes, supone un tratado de paz que coaccione a los individuos para vivir gregariamente en sociedad. Este tratado de paz (que Nietzsche identifica con el lenguaje) debe fijar las verdades (antropomorfizadas), haciéndolas homogéneas, inmaculadas, regulares e irrevocables para todos; de tal suerte que el mentiroso no es aquel que no dice la verdad (en sentido de correspondencia con el mundo), sino quien va en contra de las leyes del lenguaje y que, por lo tanto, produce perjuicios a la sociedad. Sin embargo, para que el tratado obtenga más poder, el hombre debe olvidarse de él, pensar que decir la verdad (respetar la legislación del lenguaje) significa realmente hablar de las cosas como son independientemente de nuestros intereses y necesidades.

Así las cosas, la voluntad de verdad que formaría al lenguaje, no lo generaría desde un proceso lógico, o a partir de las esencias del mundo, sino más bien se mueve a través de instintos primarios del hombre que busca una estadía tranquila y placentera. Ahora, para obtener el lenguaje su poder legislativo, no puede designar cosas puramente individuales, sino que supone cierta generalidad. Mas, siendo que la realidad es una multiplicidad en eterno devenir, para lograr esas generalizaciones se debe falsear a la realidad, dar por idénticas cosas que pueden llegar a ser muy diferentes. Por lo tanto, la sociedad se normaliza a distancia de la realidad y de los individuos, ocultando las particularidades. Uno no se acerca a través del lenguaje al mundo, sino que es este último el que se adapta a nuestras exigencias antropomórficas y gregarias.

A razón de todo lo antes dicho, la verdad (como emergente del entramado de relaciones de poder), solidifica los hábitos, naturalizándolos. El lenguaje obliga a todos los individuos a ser veraces, es decir, a respetar las costumbres institucionalizadas por la sociedad. Y el hombre que Nietzsche caracteriza como intuitivo, y aun creativo, es mal visto por los seres ‘racionales’ porque no se acomoda a los esquemas conceptuales del lenguaje. A diferencia de estos esquemas, las intuiciones no pueden estructurarse (jerarquizarse) en castas y grados, es decir, no es capaz de institucionalizar un orden que rija a toda la comunidad, perjudicando la soberanía del tratado de paz.

Por lo tanto… todo lo que tenga que ver con la verdad y el lenguaje es metáfora y creación humana, sólo que las metáforas muertas son socialmente legitimadas, y las nuevas son reprimidas. Ahora, el individuo creador, al generar nuevas metáforas, en cierto sentido desbarajusta el esquema conceptual de la comunidad, produce ruido en la perfecta armonía del mundo, y es allí donde se hace consciente de lo onírico que puede llegar a ser eso que creyó como lo más firme e indestructible; pero el hábito es un velo que presto intenta ocultar esa ‘revelación’, y luchar contra el hábito puede llevar al individuo a la angustia, y hasta anhelar cada vez que puede la vida agradable de los soñantes (los que viven felices en el rebaño). No obstante lo cual, el individuo intuitivo, al ver en el lenguaje un lugar de juego, de creación y recreación, es que empieza a pensar que una vida a distancia del rebaño (y los conceptos) es posible. Ahora, es una vida balbuceante, temeraria, llena de riesgos y altibajos. Es el hombre más alegre, pero también el más triste del mundo. Se tropieza cien veces con la misma piedra, y la contradicción es una constante en su andar. Pero sospecha que es el camino para una vida más palpitante, más expresiva, más humana.

• Estudia filosofía en la Universidad de Córdoba, Argentina. Además es escritor y músico.

sábado, 9 de abril de 2011

Marx ante el caos actual                                              

a Manuel Rodríguez Sáenz
Samuel F. Velarde *

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En estos tiempos hablar de Karl Marx, puede significar "obsolescencia" o "nostalgia trasnochada" más que  un peligro revolucionario en el sentido ideológico como siempre se le observó. Marx, tuvo la mala suerte de ser usado generalmente con fines propagandísticos y panfletarios; esto paradójicamente por varios de sus aduladores. Por otro lado, para sus enemigos eternos significaba ateísmo, lucha armada, desorden; pero sobre todo, lo que más temían, era aceptar su postulado de la explotación, ya que no fue un cuento meramente marxista, sino algo que incluso tenía similitud con concepciones del más genuino cristianismo primitivo.
Hoy, cuando Marx se encuentra en el museo de la historia, donde los jóvenes lo desconocen por completo y que no representa ya un peligro para el establishment, debemos reconocer en él a un pensador que lo único malo que hizo, fue haber sido un constante crítico de las injusticias que el mismo capitalismo propició, pero que finalmente la historia le daría la razón. Las infamias de un actual sistema globalizador e inhumano, son la muestra de lo que Marx hace años predijo, más cuando este sistema no ha podido corregir las injusticias que permitieron que el mismo marxismo tuviera su origen.
De Karl Marx hay varias cosas que son rescatables hoy en día. A pesar de estar encerrado en el armario del conocimiento y de la historia, y muy por encima de sus grandes y pequeños detractores. Es necesario volver a sus planteamientos que puedan ayudar en buscar luces en un horizonte oscuro, repleto de seres humanos sin perspectiva económica, cultural e incluso espiritual; pues para rareza de los que catalogan a Marx de ateo o poco sensible a la espiritualidad humana, tuvo la gran capacidad de tocar en muchos de sus escritos, la importancia de la esencia humanista del individuo, que se acerca bastante a una espiritualidad y a una posibilidad de reencuentro con un hombre y mujer nuevos. En el joven Marx muy cercano a Hegel, podemos visualizar a un hombre idealista (aún cuando en su tiempo el idealismo representara el status quo), pero que  ahora el idealismo puede ser visto, como la posibilidad de buscar y encontrar caminos que ayuden a redimir a un ser humano venido a menos.
Sus conceptos de enajenación, explotación, dialéctica, solidaridad, lumpenproletariado (si no vean a los miles de delincuentes) aún son vigentes. Si bien es cierto que la carga ideológica fue un aspecto que matizó su teoría e hizo chocar tales conceptos con otros no menos ideologizados; hoy los podemos retomar para entender e interpretar caminos equivocados que han hecho de la vida social de principios de siglo XXI algo nada halagueño.
Hoy por hoy, la ideología dominante de un materialismo casi irracional, que ha trastocado el comportamiento humano y lo desvía en aras de la tecnología y el capital cibernético, un poder ominoso de grupos que con distintos proyectos desean reproducir sus propios intereses pero que se antojan muy por encima de la mayoría, nos hace pensar en la frase que Marx escribiera en la Rheinische Zeitung. " Los filósofos no nacen de la tierra como si fuesen setas; son el fruto de su tiempo, de su pueblo, cuyas esencias más sutiles, preciosas e invisibles se vierten en las ideas filosóficas...toda filosofía es la quintaesencia espiritual de su tiempo".
Así pues, nuestro tiempo ha reducido al ser humano a un estado de encogimiento intelectual, moral y espiritual, sobre todo en nuestras sociedades caracterizadas por la pobreza y la violentación del estado de derecho. Estamos asistiendo a comportamientos sociales cuasi patológicos, donde el hombre diría Fromm se ha convertido en un homo lupus, únicamente dispuesto a lanzar la mordida contra su prójimo. De igual manera jóvenes que se han perdido en las insulseces de una sociedad desprovista de valores humanistas; donde el cuerpo incluso, se puede lacerar y "adornar" de manera grotesca, o convertirse en arribistas sin rumbo prorpio.
Marx tiene la gran virtud de haber llegado a reflexiones que ahora pueden leerse de forma desprejuiciada ( perdón a los marxistas ortodoxos si aún viven) de manera aislada, como si estuviéramos leyendo a Paulo Cohelo e interpretarse de forma automotivadora. Sin el temor o escozor que antaño causara la palabra comunismo, o el miedo a la estigmatización, encontré un significado de este concepto que para Marx no es más que " la apropiación de la esencia humana por y para el hombre: por tanto, como el retorno total, consciente y logrado dentro de toda la riqueza del desarrollo anterior, del hombre para si como un hombre social, es decir, humano... la verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza; y del hombre contra el hombre, la verdadera solución de la pugna entre la existencia y la esencia". Creo que estas palabras no son otra cosa, más que la respuesta a un psicoanálisis colectivo que la sociedad moderna necesita de urgencia; buscar para llegar a uno mismo, un reencuentro con la esencia misma de nosotros, sobre todo evitar el desastre ecológico, esa nueva escatología moderna. O el terrorismo y su combate también violento y demoledor.
Marx fue lanzado al precipicio de la historia con alevosía y ventaja, dicen que de los muertos se hacen leña; este fue el caso. Al caer el Muro de Berlín y la destrucción de la URSS, parece que nuestro personaje perdía validez, sin embargo esos acontecimientos poco tenían que ver con el humanismo y pensamiento marxista, de visualizar al ser humano como un ente complejo y digno de estudiarse dialógicamente. Fuera de la ideología enfermiza de ultraizquierda y de las fobias de ignorancia de la ultraderecha, Marx nos hereda elementos necesarios para observar a los individuos en su profunda naturaleza humana: sus vanidades, miedos y placeres. La dialéctica y su modo de apreciar la historia aclararon las distintas actitudes del comportamiento social. Ante un pensamiento que parecía lineal, Marx posibilita voltear a varios lados y recurrir a las contradicciones sociales, para explicar e ir más allá, en la comprensión del desarrollo humano.
Hoy cuando las circunstancias sociales nos han puesto frente a una realidad que se antojan sin explicación (jóvenes que no leen, que no poseen referencias históricas porque les dijeron que era inútil, así como el gran consumo de drogas, violencia sistemática y el vacío existencial de los individuos, sicariato), creo que Marx al menos; puede ayudarnos a entender tan caóticos momentos. Primero analizando las causas de tales problemas, luego criticando la apatía social o las posturas asumidas ante dichos eventos y por último, buscando alguna luz en el sinuoso y gris camino de este sistema de grandes adelantos tecnológicos, pero en retroceso respecto al valor humano. Hasta Bill Gates y Soros (ambos multimillonarios no se si Slim) se sienten en ocasiones "incómodos" de este proceso globalizador e inhumano.
Volver a Marx, no es en el sentido de revivir la revolución como instrumento de un proletariado siempre ausente en el poder (recordar las camarillas socialistas), eslogan de riesgos y vía infructuosa para conseguir avances sociales (además sería pura demagogia); ni mucho menos convertir en marxistas a los que nunca lo fueron; más bien tomarlo como el gran intelectual que tuvo la enorme capacidad de analizar al hombre en sus diferentes aristas, crudamente; pero tratando de encontrar lo que podría ser su aspecto más humano. Desde la perspectiva marxista la conciencia sería un elemento importante de tomar en consideración, esa posibilidad que tiene el hombre de ver, captar, practicar, cambiar, racionalizar. A propósito Karel Kosik afirma. "La conciencia humana es reflejo y al mismo tiempo proyección, registra y construye, toma nota y planifica". Tal vez esa conciencia es la que se ha perdido en estos tiempos; la cambiamos por una filosofía hueca, la del confort material, el dinero, la autoenajenación, la imagen televisiva, pisotear al prójimo diría mi amigo el historiador chileno Sergio Gress Tosso, o simplemente nos sirve tan solo para convertir a la mujer y al hombre en entes funcionales; tristemente operativos.
Quitarle la culpa a Marx de lo que se hizo en su nombre no es parte de mi artículo, ni soy nadie para pugnar por ello. Sin embargo sí pudiera recomendar volver a realizar una lectura distinta sobre nuestro personaje; que nos auxilie en la tarea académica cotidiana de comprender aspectos que nos enfrentamos como educadores y transmisores de conocimiento. Esto me remite nuevamente a Fromm que hace énfasis en el ser más que en el tener ." Tener y ser como dos formas distintas de la existencia humana son el núcleo de las ideas de Marx para el surgimiento del Hombre nuevo. Con estos modos Marx avanza desde las categorías económicas hasta las psicológicas y antropológicas" .
Las aberraciones sociales que hoy existen, son producto de un sistema que no es sensible a las necesidades humanas, a lo menos responde a un individuo aislado y pulverizado . Es un sistema donde flotan pensamientos irracionales, mezcla de la ambición y lo insano del hombre. Por fortuna, los que estamos en la educación y podemos enseñar con limitaciones los mejores valores a los jóvenes, nos vemos obligados a promover actores sociales sanos, comprometidos con la conciencia práctica; respetando la pluralidad de ideas, pero insistiendo en la necesidad de ir siempre más allá de los supuestos cambios que exaltan a equis o tal persona, solamente entre todos promoveremos los cambios reales, tangibles en materia y espíritu. Tal vez así, Karl Marx nos parecerá todavía útil, en nuestras esperanzas de continuar buscando un mundo mejor. Sin tanto matón a sueldo y seres sin esperanza

Notas
1 Lowy, Michael, La teoría de la revolución en el joven Marx, 1978, Siglo XXI, p. 55. México
2 ibid, p.139
3 Kosik, Karel, Dialéctica de lo concreto, 1967, Grijalbo, México, p. 45
4 Fromm Erich, ¿ Tener o ser?, 1985, FCE, México, p.150
Bibliografía
Claudín, Fernando, Marx, Engels y la revolución de 1848, 1975, Ed. S.XXI, México.
Marx, Karl, El Capital libroI, cap. VI, (inédito), 1983, Ed. S. XXI, México.
Lowy, Michael, La teoría de la revolución en el joven Marx, 1978, Ed. S. XXI, México.
Kosik, Karel, Dialéctica de lo concreto, 1967, Ed. Grijalbo, México.

· Sociólogo. Profesor de Sociología en el Instituto Tecnológico de Ciudad Juárez.