sábado, 27 de octubre de 2012


Tres comentarios para un análisis

Samuel F. Velarde

                El proceso de paz en Colombia es un suceso que nos debe de alegrar (un país hermano que tiene bastante afinidad por lo mexicano, en especial por su mariachi), por fin y después de otros intentos, tiene algunas esperanzas de establecer una paz social duradera. Hace un año estuve en Bogotá donde tuve la oportunidad de conocer al Gral. Jorge Mora Rangel ex jefe del ejército colombiano y miembro del grupo gubernamental que negocia con las FARC en Oslo, esperando que su caballerosidad y conocimiento de la geopolítica y realidad colombianas, sea un ingrediente que pueda ayudar en este acercamiento y no domine la línea dura, aunque también hay detractores que vieron con pesimismo su designación en el equipo pro paz. Sin embargo lo interesante aquí, es la posibilidad de generar un entramado de negociaciones que le otorgue a Colombia la ocasión de instaurar un modelo democrático más incluyente, donde sus instituciones, sean garantes de una democracia amplia y perfectible, sin violencia.

                En este tenor, el nuevo gobierno mexicano que iniciará en diciembre, también debe reflexionar sobre la fallida estrategia que ha mantenido el gobierno panista, a propósito del combate al crimen organizado. Es decir, hay que pensar que una estrategia idéntica a la actual, no la soportaría la sociedad mexicana ni siquiera un año. Pues la moral pública sufriría el tiro de gracia (muy ad hoc al tema) y en el ambiente social habría un efecto sumamente negativo. En este caso  el objetivo del nuevo gobierno debe ser reconstruir lo destruido, es decir, primero la reconstrucción de la confianza social, luego apoyar sin temor el desarrollo de una sociedad civil organizada, el nuevo gobierno debe entender que una sociedad civil libre y apoyada para su organización, da buenos dividendos: estabilidad social, credibilidad a las instituciones y sobre todo un ambiente democrático en donde el PRI pueda incluso ganar, por aquello de sus mañas antidemocráticas.

                Por otro lado, en Chihuahua la violencia parece desbordar al estado de derecho, más bien lo ignora, el asesinato del líder del movimiento campesino de El Barzón, Ismael Solorio y su esposa Manuela Solís, vuelve a inquietar a los defensores de los derechos humanos y a los líderes políticos de oposición. Pero también es la prueba de que la violencia de algunos grupos “con poder” sigue  siendo la tónica en una sociedad donde por lo general la impunidad vuelve a imponerse.

                El momento del México  actual, oscila entre la descomposición de su aparato de seguridad y una democracia endeble, mala combinación para establecer una democracia plena y garante de libertades. Mientras en Colombia hay un esfuerzo tácito aunque aun nebuloso para buscar la paz, en México las cosas parecen seguir el mismo rumbo: pura incertidumbre en todos los sentidos.