Acontecimientos y reflexión
José Roberto Hernández Fuentes
En las últimas semanas las
sociedades en el mundo se han visto sorprendidas por una significativa cantidad
de eventos que llenan las primeras planas de la prensa internacional. En todas
las latitudes de nuestro planeta se generaron acontecimientos que de alguna u
otra forma impactaron en la escena sociopolítica y económica mundial. El
primero de estos fue la sorpresiva renuncia de un Sumo Pontífice agobiado por
la intrincada crisis eclesial católica. Benedicto XVI se dijo falto de fuerzas
físicas y espirituales para continuar liderando una religión con más de mil
millones de fieles en todo el orbe. Todo esto significó el ascenso de un nuevo
Papa, pero esta vez de origen Latinoamericano, como lo es el caso del ex
arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio, hoy el Papa Francisco, siendo el
primero en dos aspectos: tanto en escoger el nombre de San Francisco de Asis
para su papado como de provenir de América Latina. Las expectativas que hay sobre
este nuevo pontificado son altas, más aún por los gestos (literalmente) que ha
mostrado para con los fieles católicos, quienes aturdidos y abochornados por
los escándalos dentro del Vaticano, buscan o quieren un liderazgo religioso que
pueda enderezar la senda de una maltrecha institución católica golpeada, no por
sus detractores, sino por varios de sus propios miembros, religiosos y laicos,
lo que hace aún más pesada y difícil la misión, puesto que pareciera que el
enemigo se encuentra dentro de la casa.
En ese
periodo de alternancia (¿o transición?) pontificia se da también la muerte de
uno de los líderes internacionales más controvertidos y polémicos de las
últimas décadas, el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela: el
Comandante Hugo Chávez Farías fallece luego de caer en una batalla contra el
cáncer. Así le decimos adiós a un líder político que fue capaz de desafiar a
los legitimadores y controladores del sistema capitalista neoliberal que hoy en
día sigue sumergiendo en una profunda crisis no solamente económica, sino
también social, política y cultural a las sociedades occidentales, cada vez más
caracterizadas por el encono contra las estructuras opresoras y marginadoras de
un sistema que ya no responde a las expectativas de los pueblos, ni siquiera de
aquellos que se consideraban como desarrollados. La sociedad venezolana fue y es un ejemplo claro de la
verdadera y latente posibilidad de conformar una estructura social que
favorezca a todos por igual, dándole primicia, por una lógica sociopolítica y
económica de igualdad, a los pobres, a los desfavorecidos sistémicos que hoy
son considerados y dotados de oportunidades reales de progreso y bienestar
integral. El Socialismo del Siglo XXI
que tanto defendió el Comandante Chávez y que ahora defienden su pueblo y sus
seguidores políticos, no representa una simple praxis de ideología política,
sino un esfuerzo enorme por englobar en una visión política, social, económica
y cultural todas las ideas y acciones de hombres y mujeres latinoamericanos que
quisieron y quieren una América Latina libre y autónoma pero también solidaria
y corresponsable entre sus pueblos, siguiendo el ejemplo de Simón Bolívar y su
ideal de unión latinoamericana.
Por otro
lado, el continente europeo sigue sufriendo la catástrofe económica neoliberal,
la cual ya han padecido fuertemente Portugal, Grecia, España, Italia y hoy
Chipre. Países que han caído o han estado a punto de caer en la bancarrota,
como si fuesen organizaciones empresariales
y no Estados-nación, repúblicas, sociedades, comunidades nacionales. La
globalización económica ha imperado, por encima del factor propiamente cultural
de las naciones; se ha globalizado un política económica indiferente a las
necesidades de los pueblos, pero que responde a los intereses de los grupos
poderosos, de las élites, de las clases dominantes que están llegando al punto
de ser ellas mismas dominadas por su ambición y egoísmo particularmente
financiero. De esta manera la orientación del fenómeno de la globalización ha
sido limitada en muchos sentidos, restringida a la movilización del dinero y de
las estrategias financieras, lejos está la comunicación y el intercambio
cultural de los pueblos, también reducido al ámbito comercial dirigido por las
grandes empresas. Pareciera que todo fue subsumido por los intereses
monetarios, que nada trasciende si no es a través del dinero. La subsistencia
humana ha sido mediada por monedas y dólares, como si la economía sólo
consistiera en esto. La relación dinero-ser humano se convirtió en una relación
de poder en donde el primero se sobrepuso al segundo; el dinero domina a los
individuos y los coacciona brutalmente al punto de hacerlos perder por completo
su libertad. Desde luego no apunto nada nuevo, esto fue ya reflexionado y
planteado por Georg Simmel en su clásica obra Filosofía del dinero. Una nueva conformación de sociedad quizá
pueda encontrarse en un “pequeño” cambio en esta relación, esto es que el poder
sea tomado por los seres humanos y no por el dinero, lo que constituiría un poder real por encima de un poder simbólico.
Por último,
la región asiática y medio oriental continúa tensándose cada vez más. A Israel
y Palestina sólo les falta oficializar el estado de guerra en que viven desde
hace ya muchos años, una guerra que pasa de fría a caliente de un día para
otro. La reconformación de la estructura política de los países que dieron
forma a la “Primavera árabe” ha prolongado el conflicto en aquellas sociedades,
Egipto es el ejemplo principal. En Siria la muerte es ya un factor común en las
calles, y el caos sigue destruyendo aquel país. Mientras que las dos Coreas
aumentan el conflicto político que parece estar a punto de desbordar en el
desenfreno bélico. Y los Estado Unidos, considerado como el último gran imperio
de la historia sigue atento a tales situaciones, ya que hay en ellas grandes
intereses en juego, de los cuales depende, en mayor o menor medida, su
continuidad como tal. Entonces las relaciones internacionales cobran de nuevo
un sentido mucho más político y social que económico, y dan nuevos elementos de
análisis para los estudiosos de la dinámica mundial. A veces pareciera que la
Guerra Fría nunca acabó, que 1989 fue un año de supuesta victoria occidental
capitalista, que no fue definitiva. Hoy ante los acontecimientos mundiales que
se nos muestran día con día, queda claro que esta guerra sigue y quizá está
tomando mayor intensidad después de una también aparente calma. La idea del
socialismo persiste, quizá ya no como una ideología política que busca
realizarse estructuralmente, sino como un sentimiento de comunidad y ¿por qué
no? de humanidad. Por supuesto esto tiene muchas implicaciones que obligan a
reflexiones profundas y objetivas.
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