sábado, 6 de abril de 2013


Acontecimientos y reflexión
José Roberto Hernández Fuentes

En las últimas semanas las sociedades en el mundo se han visto sorprendidas por una significativa cantidad de eventos que llenan las primeras planas de la prensa internacional. En todas las latitudes de nuestro planeta se generaron acontecimientos que de alguna u otra forma impactaron en la escena sociopolítica y económica mundial. El primero de estos fue la sorpresiva renuncia de un Sumo Pontífice agobiado por la intrincada crisis eclesial católica. Benedicto XVI se dijo falto de fuerzas físicas y espirituales para continuar liderando una religión con más de mil millones de fieles en todo el orbe. Todo esto significó el ascenso de un nuevo Papa, pero esta vez de origen Latinoamericano, como lo es el caso del ex arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio, hoy el Papa Francisco, siendo el primero en dos aspectos: tanto en escoger el nombre de San Francisco de Asis para su papado como de provenir de América Latina. Las expectativas que hay sobre este nuevo pontificado son altas, más aún por los gestos (literalmente) que ha mostrado para con los fieles católicos, quienes aturdidos y abochornados por los escándalos dentro del Vaticano, buscan o quieren un liderazgo religioso que pueda enderezar la senda de una maltrecha institución católica golpeada, no por sus detractores, sino por varios de sus propios miembros, religiosos y laicos, lo que hace aún más pesada y difícil la misión, puesto que pareciera que el enemigo se encuentra dentro de la casa.
En ese periodo de alternancia (¿o transición?) pontificia se da también la muerte de uno de los líderes internacionales más controvertidos y polémicos de las últimas décadas, el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela: el Comandante Hugo Chávez Farías fallece luego de caer en una batalla contra el cáncer. Así le decimos adiós a un líder político que fue capaz de desafiar a los legitimadores y controladores del sistema capitalista neoliberal que hoy en día sigue sumergiendo en una profunda crisis no solamente económica, sino también social, política y cultural a las sociedades occidentales, cada vez más caracterizadas por el encono contra las estructuras opresoras y marginadoras de un sistema que ya no responde a las expectativas de los pueblos, ni siquiera de aquellos que se consideraban como desarrollados. La sociedad  venezolana fue y es un ejemplo claro de la verdadera y latente posibilidad de conformar una estructura social que favorezca a todos por igual, dándole primicia, por una lógica sociopolítica y económica de igualdad, a los pobres, a los desfavorecidos sistémicos que hoy son considerados y dotados de oportunidades reales de progreso y bienestar integral. El Socialismo del Siglo XXI que tanto defendió el Comandante Chávez y que ahora defienden su pueblo y sus seguidores políticos, no representa una simple praxis de ideología política, sino un esfuerzo enorme por englobar en una visión política, social, económica y cultural todas las ideas y acciones de hombres y mujeres latinoamericanos que quisieron y quieren una América Latina libre y autónoma pero también solidaria y corresponsable entre sus pueblos, siguiendo el ejemplo de Simón Bolívar y su ideal  de unión latinoamericana. 
Por otro lado, el continente europeo sigue sufriendo la catástrofe económica neoliberal, la cual ya han padecido fuertemente Portugal, Grecia, España, Italia y hoy Chipre. Países que han caído o han estado a punto de caer en la bancarrota, como si fuesen  organizaciones empresariales y no Estados-nación, repúblicas, sociedades, comunidades nacionales. La globalización económica ha imperado, por encima del factor propiamente cultural de las naciones; se ha globalizado un política económica indiferente a las necesidades de los pueblos, pero que responde a los intereses de los grupos poderosos, de las élites, de las clases dominantes que están llegando al punto de ser ellas mismas dominadas por su ambición y egoísmo particularmente financiero. De esta manera la orientación del fenómeno de la globalización ha sido limitada en muchos sentidos, restringida a la movilización del dinero y de las estrategias financieras, lejos está la comunicación y el intercambio cultural de los pueblos, también reducido al ámbito comercial dirigido por las grandes empresas. Pareciera que todo fue subsumido por los intereses monetarios, que nada trasciende si no es a través del dinero. La subsistencia humana ha sido mediada por monedas y dólares, como si la economía sólo consistiera en esto. La relación dinero-ser humano se convirtió en una relación de poder en donde el primero se sobrepuso al segundo; el dinero domina a los individuos y los coacciona brutalmente al punto de hacerlos perder por completo su libertad. Desde luego no apunto nada nuevo, esto fue ya reflexionado y planteado por Georg Simmel en su clásica obra Filosofía del dinero. Una nueva conformación de sociedad quizá pueda encontrarse en un “pequeño” cambio en esta relación, esto es que el poder sea tomado por los seres humanos y no por el dinero, lo que constituiría un poder real por encima de un poder simbólico.
Por último, la región asiática y medio oriental continúa tensándose cada vez más. A Israel y Palestina sólo les falta oficializar el estado de guerra en que viven desde hace ya muchos años, una guerra que pasa de fría a caliente de un día para otro. La reconformación de la estructura política de los países que dieron forma a la “Primavera árabe” ha prolongado el conflicto en aquellas sociedades, Egipto es el ejemplo principal. En Siria la muerte es ya un factor común en las calles, y el caos sigue destruyendo aquel país. Mientras que las dos Coreas aumentan el conflicto político que parece estar a punto de desbordar en el desenfreno bélico. Y los Estado Unidos, considerado como el último gran imperio de la historia sigue atento a tales situaciones, ya que hay en ellas grandes intereses en juego, de los cuales depende, en mayor o menor medida, su continuidad como tal. Entonces las relaciones internacionales cobran de nuevo un sentido mucho más político y social que económico, y dan nuevos elementos de análisis para los estudiosos de la dinámica mundial. A veces pareciera que la Guerra Fría nunca acabó, que 1989 fue un año de supuesta victoria occidental capitalista, que no fue definitiva. Hoy ante los acontecimientos mundiales que se nos muestran día con día, queda claro que esta guerra sigue y quizá está tomando mayor intensidad después de una también aparente calma. La idea del socialismo persiste, quizá ya no como una ideología política que busca realizarse estructuralmente, sino como un sentimiento de comunidad y ¿por qué no? de humanidad. Por supuesto esto tiene muchas implicaciones que obligan a reflexiones profundas y objetivas.                   

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