La socio patología
estadounidense: ¿crímenes por hobby?
Samuel F. Velarde
Con respeto,
para las víctimas de Connecticut
Cuando
uno lee o escucha en los medios de comunicación la serie de asesinatos colectivos
cometidos por norteamericanos “desajustados” y el modus operandi, uno se pregunta ¿que ocasiona que en una sociedad
desarrollada y de oportunidades las personas asesinen sin motivo alguno? La
alta criminalidad que hubo en México en los últimos seis años (aunque
igualmente irracional) se explica bajo el contexto del trafico de drogas y las
pugnas de los carteles y las autoridades, es decir un estado de cuasi guerra,
pero que un individuo o dos se aposten en un lugar y como en cualquier cacería
asesinen inocentes, es de ponerse a reflexionar, sobre todo cuando esto sucede en
un país sin hambre, con un sistema judicial más o menos justo y donde las
oportunidades repito, son en apariencia
sencillas de conseguir.
Es
difícil llevar una estadística de este tipo de asesinatos, pero en el año que está
por terminar, que recuerde van más de cuatro con estas características, ¿qué
sucede en la sociedad norteamericana? ¿Qué patologías existen escondidas tras
el confort material y esa vida donde Disneyland
es el sueño de los niños estadounidenses? ¿Qué hay realmente tras esos
grandes freeways, tras el orden
aparente, esos inmensos malls,
universidades, barrios de clase media silenciosos y bien planeados? ¿Qué causas producen a estos
asesinos en serie?
La
sociedad estadounidense es una sociedad en sí competitiva, donde el juego es
parte de la vida cotidiana del individuo, la frivolidad de las ligas de
beisbol, basquetbol, futbol americano, son las grandes concentraciones humanas donde el individualismo norteamericano se
convierte en un comunitarismo comercializado, pero ficticio, una comunidad que
llena estadios para gozar su individualidad. O esos grandes malls, atestados de mercancías, que al
año las desechan para inundar los mercados de segunda o las “pulgas”. Un
consumismo exacerbado e igual de individualista, un placer al que Fromm
calificaría de “el individuo que se fija en el tener, más que en el ser”. Pero de esto a producir asesinos de grupos,
es otra cosa.
Lo
más impactante es el agrado de esta sociedad por las armas, incluso sostenido
bajo la segunda enmienda de la Constitución estadounidense, donde cada
ciudadano puede poseer el arma con el calibre que mejor le venga en gana, para
defender sus derechos y posesiones. Ese delirio por las armas que tanto reflejó
John Wayne en sus clásicas películas de vaqueros, el matar era la cultura del oeste y se
justificaba de mil formas. Incluso un cine bélico donde la muerte es parte de
la trama y de las ganancias millonarias hollywoodense.
Un “duro de matar”, que mata y mata para sobrevivir y goza haciéndolo. Es decir
la acción de matar se aspira hasta por
los poros y así el espectador, entra en la trama y de ahí muchos, a la práctica.
Matar
puede convertirse en la patología en una ciudad normal norteamericana, esto sucedió
por desgracia en Connecticut y el victimario como siempre según las autoridades
“poseía un desorden de personalidad”, uno se pregunta ¿hasta ahí llegan los
analistas? ¿No hay más que comentar, no será que se teme cuestionar al sistema,
un sistema que debe estar fallando por algún lado? Ya anteriormente el
presidente Obama a propósito de otro hecho similar había ordenado una
investigación del fenómeno, deben saber que pasa en el american way of life.
Lo
que es verdad, es que en este caso el asesino un chico de clase media,
aparentemente sin carencias (no es el típico sicario mexicano salido de la
miseria) maquine esa matanza masiva, cosa para pensarse en el sentido más crítico
posible, habría que preguntarle a Noam Chomsky que piensa al respecto. Los
demás saldrán con las opiniones funcionalistas y superficiales de siempre. Es
triste que en una sociedad llena de oportunidades y valores democráticos, no
sirvan de nada para detener a estos sociópatas, los ciudadanos norteamericanos de
bien, deben analizar esta fenomenología, por desgracia parece no tener fin, y
si no hay un conocimiento real de las causas, esto continuará.
La moraleja
para los servicios de inteligencia, a veces el enemigo está en casa, no
hay necesidad de buscarlo fuera. Pero también que la abundancia nunca es buena
cuando los espíritus están enfermos.
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