jueves, 31 de diciembre de 2009


La bienvenida al 2010, una gran oportunidad.
José Roberto Hernández Fuentes.

Prácticamente ha culminado la primera década del siglo XXI, diez años bastante agotadores en lo físico, lo emocional, pero también en lo espiritual. Comenzamos aquel memorable año 2000 lleno de simbolismo, expectativa e incertidumbre, se decía que el mundo podía terminar, que el planeta tierra había llegado a su fase final. Dos lustros más tarde el rumor del cataclismo se sigue escuchando, inclusive se han hecho grandes obras cinematográficas hollywoodenses que nos anticipan un panorama destructivo y desesperanzador, como si ya todo estuviese perdido. En nuestra maltratada y aún noble nación mexicana, la situación no es distinta, los crudos y hasta terroríficos acontecimientos que ha vivido éste país no auguran buenas cosas para el futuro, el desaliento, la incertidumbre y la ignorancia parecen apoderarse del espíritu del mexicano. Hoy México ha tocado fondo, no hace falta esperar más momentos de desastre y deterioro social, político y económico para poder decirlo, no somos tan flagelantes para eso (realmente espero que no). Se dice que cuando se toca fondo inicia automáticamente una etapa de autorreflexión y sobre todo de acción para salir de las profundidades en las que se ha caído. Lo interesante y quizá hasta místico de todo esto, es que para la sociedad mexicana, este posible episodio de rehabilitación-recuperación llega doscientos años después de haber logrado su libertad y soberanía, y cien años después de una reconstrucción ideológica-estructural cuyos frutos sociales se han corrompido y malversado. El 2010 es una fecha crucial para esta nación, quizá ahora no podamos hablar o instar a un levantamiento en armas en contra de esas renuentes oligarquías que nos han conducido a escenarios tan lamentables como los que vivimos actualmente, como en aquellos tiempos independentistas y revolucionarios, a final de cuentas en México existe una guerra en estos momentos, en las calles, en los pueblos, en comunidades y hasta en los hogares, una guerra que no distingue ni buenos ni malos, un conflicto que lastima profundamente la vida social de los mexicanos, una guerra que no se pidió, en la que una gran mayoría no participamos, pero de la cual todos somos víctimas. El 2010 se presenta como una oportunidad, un verdadero impasse de reflexión, decisión y participación. Es cierto que ya no se tienen que utilizar las balas y los cañones para transformar este país, también es cierto que ya no hay un Miguel Hidalgo, un Vicente Guerrero, un Morelos, ni un Madero, ni un Villa, ni un Zapata, hoy no hay nadie que nos guíe valientemente hacia la búsqueda del cambio social. Sin embargo no tenemos que buscar a esos iconos revolucionarios o insurrectos, porque ya no los vamos a encontrar, la historia es celosa de sus episodios y sus momentos, y siempre tiene nuevos libretos que escribir. Ahora lo que tenemos que buscar es la capacidad, la voluntad y la identidad que como mexicanos tenemos para solidarizarnos y colectivamente logremos sacar del hoyo a nuestra patria. Honremos a aquellos grandes hombres y mujeres que lucharon por conseguir libertad y autonomía, aquellos que pugnaron por la democracia, por la igualdad y por la justicia; pero no sólo lo hagamos de palabra, que la honra a ellos no provenga solamente de sentimientos momentáneos y efímeros relativos a una fecha determinada, sino que enaltezcamos y alabemos a nuestros históricos iconos nacionales, en la práctica continua, en la constante lucha por aquellos sueños de verdadera libertad y vida democrática, en el discurso congruente con la acción, en la solidaridad social y en el amor pragmático hacia México. Que con la misma intensidad con la que celebramos un gol de la selección mexicana o un nocaut de un boxeador mexicano, trabajemos entusiasta e intensamente por la tan ansiada transformación de nuestra sociedad. Este 2010 es un año místico, en el que la historia se vuelca hacia nosotros, y nos exige demostrar que realmente hemos aprendido de sus grandes enseñanzas, una historia que nos pide dejar la hipocresía y la apatía a un lado y retomar la valentía y el coraje que la distinguió hace 200 años y nos lo refrendó 100 años después. Hoy nos da otra oportunidad, y nos regala una tabula rasa para volver a escribir nuestros anhelos y esperanzas, al mismo tiempo que nos otorga segundos, minutos, horas, días, meses, años para que logremos construir los sueños y deseos que existen en cada uno de los corazones y mentes de quienes conformamos esta nación mexicana, pero sobre todo para quienes sentimos un gran amor por éste todavía maravilloso país. No desaprovechemos esta oportunidad, y ya que si el mundo se va a acabar, al menos terminemos nuestra existencia como una sociedad con la frente en alto.
Un abrazo a todos los lectores del Observatorio Sociológico del Siglo XXI y que el 2010 sea para ustedes de mejora constante en sus mentes, en sus corazones y en sus vidas. Viva México!!!

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