jueves, 8 de enero de 2009


Un punto de vista sobre el feminismo y la igualdad de género.



José Roberto Hernández Fuentes.



El joven de aspecto robusto, moreno y de poco cabello dijo: "Quiero que para mañana mismo te pintes el pelo de color negro y me acompañes a la fiesta, ahorita vamos a la tienda y te compro los tintes, ok". Su pareja sentimental, una joven mujer rubia, reaccionó un tanto sorprendida y lo único que contesto en tono sumiso e interrogativo fue "¿negro?...bueno." Estas palabras -que escuche hoy, en una larga fila de personas que se disponían a pagar una couta por la prestación de un servicio- fueron las que me llevaron a hacer una reflexión.

Prácticamente al inicio de la recta final de la primera década del siglo XXI, con la abrumadora llegada de nuevas tendencias culturales apoyadas en la gobalización de la información, con la modernidad sobrepasada por lo que algunos llaman posmodernidad, continuamos observando comportamientos tradicionales que se suponía habían sidos superados o al menos ya no aceptados sin una reflexividad de por medio.

Este corto dialogo -con el que inicio el escrito- entablado entre estas dos personas de distinto género, me puso a pensar sobre los verdaderos alcances que ha tenido el movimiento feminista en el largo tiempo en que se ha hecho presente. Al mismo tiempo, me pregunte si el feminismo ¿a logrado cautivar a todas las mujeres por igual? o ¿continúan muchas de ellas en la comodidad sumisa de la tradición en éste sentido? El observar y escuchar actitudes como la que comento, deja mucho que pensar sobre la cuestión de la igualdad de género y sus avances reales.

Podríamos decir sin ningún problema, que la nueva postura de las féminas en la época actual es mucho más independiente y liberal, que ha dejado atrás todas esas ataduras tradicionales que la sometían al dominio del hombre sin reacción alguna. Sin embargo, esto no es así, al menos no del todo, pues continuamos observando comportamientos que reflejan el mantenimiento de una dinámica interactiva entre hombres y mujeres donde éstas últimas siguen ocupando un lugar secundario y sumiso en la toma de decisiones, inclusive de decisiones que corresponden únicamente a ellas, como se observa en el ejemplo que planteó al comienzo.

Queda claro que no es mi intención tomar dicho ejemplo como eje de partida para establecer un análisis general de la situación de género. Lo único que intento es presentar algunas fragilidades que aún se dejan ver en el transcurso de la vida cotidiana en relación a este tema.

De esta manera, la teoría feminista que establece la liberación del dogma cultural en cuanto al sexo se refiere, encuentra aquí ciertos puntos vulnerables que podríamos proyectar de la siguiente manera:


  • En las instituciones educativas de cualquier nivel, la cuestión de la igualdad de género se aborda de una forma muy somera, quizá demasiado teórica y poco práctica. Esto puede llevar a una baja reflexión y por lo tanto una escaza comprensión de la situación, manteniendo ciertos patrones culturales tradicionales. Aunado a que muchas de las mujeres y hombres, sobre todo en países emergentes como el nuestro, no tienen acceso a la educación y por lo tanto quedan rezagados de las nuevas manifestaciones culturales y sus implicaciones en el mundo, continuando ubicados en el arraigo de la tradición. Es necesario entonces, que se cuente con la oportunidad de acceder al nuevo mundo a través de las instituciones de enseñanza y promover en ellos una mucho mayor reflexividad social -como diría Anthony Giddens- y que desde temprana edad comienzen a identificarse como iguales en cuanto a su capacidades físicas y mentales. Promover en este contexto, una cultura de equidad, respeto y tolerancia hacia la diferencia sexual, asimismo como de aceptación a esta condición natural.


  • La posible tensión generacional que estas nuevas tendencias culturales producen en las sociedades contemporáneas, conlleva una resistencia por parte de la tradición a un posible cambio o erradicación. Para las generaciones anteriores a los jóvenes de hoy, les resulta complicado adoptar los nuevos requisitos que exige la actual dinámica cultural, pues en ellos las imposiciones tradicionales que adquirieron en su temporalidad juvenil a través de la socialización llevada a cabo en la familia y en la escuela principalmente, constituían un estado de cosas a las cuales era prácticamente imposible contrarrestar, quizá por el costo, o bien, por la indiferencia causada por la costumbre. Por tal motivo este es un punto en el que considero existen ciertas dificultades para el encarrilamiento positivo de la teoría feminista, ya que la juventud actual tiene que enfrentar dos realidades distintas, la de hoy, que pertenece a ellos y que presenta nuevas modalidades socioculturales y la del ayer que se encuentra en casa y con la tradición presente en los lazos de parentesco más próximos.

Estos dos puntos -sin descartar otros- nos ofrecen la posibilidad de comprender en primer lugar la resistencia que algunos elementos tradicionales ejercen frente a la posibilidad de su desapego a la nueva realidad social, y por otro lado, también nos permite darnos una idea del ¿por qué? del mantenimiento de ciertos comportamientos que se pretendía o pretende cambiar, siguen hoy en pleno siglo XXI manifestándose con cierta regularidad. Es obvio lo que en éste caso la experiencia cotidiana me quizo decir: El feminismo en general no debe descansar en el confort de sus éxitos, pues su más fuerte enemigo, la tradición, continúa haciéndose presente en las vidas de algunas mujeres.

Por último, tenemos que recordar que la lucha por la igualdad de género no sólo corresponde a las mujeres en general, sino a los hombres, sobre todo a aquellos que les toco vivir esta época, pues nosotros también somos parte activa y directa de esa loable batalla.









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