miércoles, 14 de diciembre de 2011

La crisis de México: ¿económica y axiológica?                                 

Samuel F. Velarde

En los momentos actuales en que se gesta una crisis mundial financiera, relacionada con un capitalismo especulativo donde el mercado ha impuesto reglas del juego en ocasiones intolerables para las sociedades y donde el Estado en más de una ocasión, ha dejado de lado su función regulatoria, aunado a la incapacidad de las instituciones financieras de impedir con alto grado de seguridad la crisis como la griega,  nuestra crisis, se aprecia doblemente.
Primero, por la incapacidad del Estado en implementar políticas eficientes en relación con el empleo, la salud, la justicia y la educación, pilares fundamentales entre otros,  para sanear una estructura social. Donde los individuos puedan tener un escenario pleno de desarrollo y garantía sociales y que al enfrentarse a una crisis como la mencionada, existiera al menos un colchón de contención que impidiera un daño de mayor impacto entre la población. Sin embargo, las condiciones estructurales del país (aunque se pague la deuda a tiempo y lo macroeconómico sea el canto de los cisnes) no están para soportar una embestida como la esperada el próximo año.
Segundo, la debacle moral y política por la que atraviesa el País, una crisis no vista anteriormente donde se conjugan variables tales como la alta criminalidad, la impunidad, la corrupción, la crisis de valores inherentes a una sociedad que al perderlos, se da un vacio del entramado existencial o del ethos de los pueblos, por ende una pérdida de brújula y de objetivos como nación. Y a nuestro juicio esto ha permitido vulnerar más a México, en el sentido de que cada vez más su sociedad se ajusta y acostumbra a un clima de violencia y corrupción sin medida. Y lo más grave, donde se van dando generaciones de jóvenes sin una conciencia del ser mexicano, de compromiso hacia la patria o la nación, ni siquiera con un orgullo nacional basado en lo mejor de un país y si agregamos lo patético, el nacimiento de jóvenes asesinos, un lumpen producto de las circunstancias, de un sistema que desclasa y margina, que ofrece incluso la ocasión del gusto por matar.
Doblemente pues, la crisis del México actual se mueve a mi parecer en estos dos ejes. Ahora viene lo político, estamos a punto de entrar al umbral electoral, deteriorado por una clase política vanidosa, insistente en gobernar con las viejas pautas caciquiles y de dominación corporativa (incluido el PAN). Políticos que no pudieron cuajar una democracia más eficiente y justa, dejando a un lado los intereses nacionales por los partidistas. Justo ahora, en la crisis moral, los políticos no tienen la solución para salir de ella, al contrario, el fantasma de la corrupción y narcotráfico gira alrededor de ellos.
Finalmente ante la escatología del 2012, la crisis real se impone, habría que ver si la sociedad mexicana saca lo mejor de sí misma y exige sin miramientos un país mejor, o nos terminamos de hundir en un país de confusiones, mentiras, halagos míseros y conformismo, dándole el adiós, al México de nuestros sueños.

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