miércoles, 10 de agosto de 2011

LITERATURA CHICANA, UNA FORMA DE PROTESTA

Ernesto Ortiz Diego


El fenómeno de la literatura chicana representa, desde su consolidación en los años sesenta, una forma de protesta ante la opresión económica, social y cultural impuesta por el sistema dominante anglosajón, fundamentalmente de Estados Unidos, para hablar de nuestros vecinos del norte.
Temas como la asimilación cultural, la pérdida del idioma español y el rechazo sistemático al inmigrante son recurrentes en la literatura chicana, tanto popular como académica. Recuerdo cuando era profesor de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, esta noble institución otorgaba cada año dos premios de literatura chicana y en español. Carlos Montemayor (1947-2010) recibió en español uno de estos, además de haber sido nombrado profesor Emérito de la UACJ en 1995. Por cierto, en Cuernavaca, el laureado escritor parralense fue profesor en el doctorado en Literatura en el Centro de Investigación y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos (CIDHEM).
Este es el caso del trabajo de Guillermo Gómez-Peña, chicano autoproclamado que manifiesta en su obra la crítica al sistema anglosajón, Bitácora del cruce, en el que fusiona literatura, artes visuales y performance con claros tintes subversivos, herederos indiscutibles de la vanguardia, cuyo objetivo es confrontar y provocar una respuesta en el lector, sobre todo de la frontera norte de México, específicamente quienes viven en Ciudad Juárez, Chihuahua y Tijuana, Baja California, por ser las ciudades más grandes fronterizas.
A través de la provocación, Gómez-Peña se mofa tanto del sueño americano como de los estereotipos creados en torno a la mexicanidad, colocándose él mismo como objeto de estudio y voz crítica.
En su obra, expone las contradicciones que rodean a la cultura chicana, empezando por su no-definición. La figura del chicano surge a partir de la negación de algo. Es el personaje que no puede integrarse a la cultura dominante, pero tampoco pertenece ya a la mexicana.
El fenómeno chicano va mucho más allá de la experiencia del cruce o de la pertenencia a un grupo social. Se trata de un proceso de redefinición. Como lo expresa Tomás Rivera: “Nos dimos cuenta que nosotros teníamos que inventarnos como chicanos, y eso es lo que estábamos haciendo. Así, hemos empezado a realizarnos” (Vázquez, Acerca de la literatura: diálogos con tres autores chicanos, p. 41).
Bitácora del cruce es una obra liberadora de la conciencia y provocadora al mismo tiempo. En sus páginas deambulan los estereotipos y prejuicios que aún imperan en el imaginario estadounidense. Gómez-Peña los encarna con fines paródicos. El kitsch, la hipérbole, la ironía y el performance son las herramientas subversivas que buscan provocar la reacción del otro (para no incurrir en el error de llamarlo espectador).
Sin embargo, el mensaje crítico va mucho más allá de la provocación o la parodia. Bitácora del cruce exhibe una amarga crítica al orden institucionalizado, lo que en palabras del filósofo y uno de los más destacados intelectuales de México, Luis Villoro Toranzo, sería descriptiva.
La relación entre las ideas de Luis Villoro y el trabajo de Guillermo Gómez-Peña es muy estrecha, en tanto que la obra de éste tiene como eje el ataque a los valores tradicionales.
La provocación en su trabajo creativo se manifiesta en personajes hipersexuales, el performance de mal gusto y las imágenes de violencia extrema. El humor negro, empleado como recurso subversivo, se convierte en arma contra el sistema norteamericano dominante.
En suma, la literatura chicana a través de su historia, esta propuesta artística ha encontrado una forma de expresión propia, ajena a los afanes asimiladores o represivos del sistema capitalista estadounidense, que vive una de sus peores crisis ahora con el presidente Barack Obama.

eodiego@yahoo.com.mx

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