lunes, 20 de diciembre de 2010

Diego sano y salvo: formidable…pero ¿qué sigue?

Samuel F. Velarde
La liberación de Diego Fernández de Cevallos es bienvenida, pues ningún ser humano tiene derecho a perder su libertad y transitar por la enorme presión psicológica que este personaje sufrió. La cantidad de dinero que se tuvo que pagar por su liberación ha de haber sido enorme, de la dimensión de su fama sería el pago del rescate. Como bien reza el dicho mexicano “del tamaño del sapo, es la pedrada”. Sin embargo es muy preocupante que el país esté inmerso en una vorágine de violencia y violación de los derechos humanos, con el ritmo alcanzado hasta ahora.

Por otro lado, es muy lamentable que la violencia se manifieste a lo largo de la frontera norte de forma indiscriminada, donde varias personas sin importar género o edad, han corrido una suerte diferente al señor Fernández de Cevallos. Para muchos es insólito que un país como el nuestro, donde al menos la generación cincuentona le apostábamos a un país distinto, se encuentre metido en un remolino peligroso. Asimismo es triste que los jóvenes de hoy sufran esta amarga experiencia, que de alguna manera diezma los sueños de algunos de ellos, al no poder tener garantías casi de nada, incluso de vivir al día siguiente. Esta situación desestabiliza también el ahínco democrático con que iniciamos el siglo XXI y de hecho, borra en buena medida el deseo de perfeccionar a la democracia, pues muchos buscan sobrevivir y pasar desapercibidos.

Es sano que Diego Fernández haya regresado vivo, al menos el país se ahorra la especulación y la tristeza, ya casi sin validez humana. Lo ideal es que también regresaran los que en estos momentos están secuestrados y sometidos, lo milagroso es que en el 2011 esto parara de una vez por todas.

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