miércoles, 6 de mayo de 2009


De la utopía a la realidad, un hombre en transición.
José Roberto Hernández Fuentes.


Cuando un ciudadano ejemplar en términos cívicos y éticos, responsable social y políticamente, comienza a visualizar y, más aún sentir en el transcurso de su vida cotidiana las consecuencias de las maniobras políticas corrompidas del régimen y quienes lo componen, inicia una fase de descontento y recriminación hacia su sistema político y las formas o maneras en que éste procede, marcando grandes desigualdades sociales en cualquier dimensión, marginando a una gran mayoría de personas y beneficiando a pequeños grupos que con frecuencia son poseedores de poder económico, argumentando ésta crítica y resentimiento en su pulcritud civil.

Bajo éstas características, nacen, por lo general desde las clases medias y bajas, propósitos de cambio, de reestructuración política, de erradicación de la corruptela, en sí todos esos males sociopolíticos que impiden el desarrollo social equitativo y justo, propósitos que se originan del colectivo y que encuentran en un líder ese representante que lleva consigo todas las peticiones, ilusiones y proyecciones de un gran número de individuos que ponen su futuro en manos de aquel quien les ha prometido, casi jurado, que la situación cambiará.

Sin embargo, las buenas intenciones, el arrojo en pro de la justicia social y, sobre todo, esos valores cívicos y éticos que ese representante de los intereses sociales justos y limpios lleva consigo, enfrentarán una dura prueba cuando éste ingrese en el terreno de la guerra política, la guerra por el poder, donde la ambición y la tentación disfrazados en las vestiduras de la demagogia y el benefico personal sin escrúpulos, son enemigos bastante poderosos que habrá que derrocar. Enemigos sociales construidos en el desarrollo de la historia humana, por los mismos hombres que fueron cegados y encerrados en la egolatría de sus vanidad, en los placeres del poder y del dominio, que de lo carismático, lo tradicional y lo legal se ha ido transformando en autoritario, coercitivo y traicionero.

Es difícil ingresar a la batalla política siendo sólo un único representante, sin el apoyo físico y tangible de los que se representa, pero más aún, sin la vigilancia que excluye la confianza de la creencia y la supuesta identidad colectiva, es complicado, difícil, sino imposible luchar contra seducciones que embriagan, que marean, que proyectan al hombre como único poseedor del poder y del dominio sobre los demás.

Así pues, la política, su sistema y su régimen absorben hasta la última gota del compromiso y justicia social de los representantes políticos, dejando seca la corriente de ideas, propósitos y objetivos honestos, dignos y humanitarios que alguna vez fueron los que le dieron vida a los sistemas social y político.

1 comentario:

  1. Lo que mencionan en este articulo es la realiad que estamos viviendo.Yo considero que para cambiar al pais, antes que nada debemos cambiar nuestra actitud: de querer que el gobierno lo solucione todo, nosotros mismos debemos de tener una iniciativa propia de cambio y exigirle al gobireno que realize su trabajo

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