Un Papa latinoamericano: esperanza espiritual y
terrenal
Samuel F. Velarde
El nombramiento del
argentino Cardenal Jorge Mario Bergoglio como Sumo Pontífice de la Iglesia
Católica Apostólica y Romana, es un hecho histórico por muchas razones, primero
por ser originario del continente
latinoamericano, pues a pesar de contar con aproximadamente 500 millones de
fieles, en tiempo pasado poca esperanza existía cuando los elegidos por lo
general eran los cardenales italianos que monopolizaban el papado, situación
que cambió con El polaco Wojtila, segundo, en América Latina se originó una
corriente de fe católica en cierta manera contestataria como la Teología de la Liberación,
muy influyente en los sesenta y setenta en sectores sociales populares sobre
todo enfrentando a los regímenes militares latinoamericanos y a una iglesia
institucional demasiado conservadora y ciega a las injusticias sociales, tercero,
América Latina hoy en día se debate en un interesante futuro a partir de las
corrientes políticas de la nueva izquierda latinoamericana en el poder, muy
fuera de la tónica tradicional marxista y guevarista de la toma del poder por
las armas (salvo las FARC), fundamentada en proyectos económicos alternativos a
un capitalismo que poco ha hecho por los pobres del continente. Pero también podemos
agregar, que el Papa llega en momentos críticos de una iglesia que ha sido
dañada por el golpeteo de grupúsculos internos y por la sombra de la pedofilia.
El nombramiento del
Cardenal Bergoglio que se auto nombra Francisco I, puede ser el comienzo no de
grandes transformaciones en el seno de la iglesia, pero sí de necesarios reacomodos
que le permitan al menos recuperar su fuerza moral y espiritual en un mundo que
pareciera ser, va perdiendo el misticismo de la vida y donde miles abandonan el
catolicismo buscando en otras prácticas espirituales más laxas y en ocasiones más
cercanas a sus condiciones socio culturales, satisfacer sus expresiones de fe.
Para América Latina la
importancia de un Papa argentino, es la posibilidad de que una autoridad de ese
calibre esté pendiente de los derechos humanos, que han sido violentados por
todos los países en mayor o menor medida, el Papa puede convertirse en una voz
que llame la atención para vigilar este
aspecto, que dicho sea de paso ha ensuciado la historia moderna de Brasil,
Chile, El Salvador, Cuba, Honduras, México, Perú, Guatemala, Haití y la patria
de Francisco I, Argentina, por citar algunos países.
Mas allá de la
simpatía que puede causar entre los católicos de la región su designación y quiero pensar también
en otras confesiones religiosas, es importante creer en que haya esperanzas
para los desprotegidos, al menos desde el discurso papal puede fortalecerse el
respeto a la democracia latinoamericana, a los derechos humanos, a la condena
de los asesinatos de mujeres en México, denunciar la violencia en general y pedir
por una justicia terrenal a las clases políticas latinoamericanas. Aquí el Papa
Francisco I definitivamente, tiene mucho que hacer.
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