Tres comentarios para
un análisis
Samuel F. Velarde
El proceso de paz en Colombia es
un suceso que nos debe de alegrar (un país hermano que tiene bastante afinidad
por lo mexicano, en especial por su mariachi), por fin y después de otros
intentos, tiene algunas esperanzas de establecer una paz social duradera. Hace
un año estuve en Bogotá donde tuve la oportunidad de conocer al Gral. Jorge
Mora Rangel ex jefe del ejército colombiano y miembro del grupo gubernamental
que negocia con las FARC en Oslo, esperando que su caballerosidad y
conocimiento de la geopolítica y realidad colombianas, sea un ingrediente que
pueda ayudar en este acercamiento y no domine la línea dura, aunque también hay
detractores que vieron con pesimismo su designación en el equipo pro paz. Sin
embargo lo interesante aquí, es la posibilidad de generar un entramado de negociaciones
que le otorgue a Colombia la ocasión de instaurar un modelo democrático más
incluyente, donde sus instituciones, sean garantes de una democracia amplia y
perfectible, sin violencia.
En este tenor, el nuevo gobierno
mexicano que iniciará en diciembre, también debe reflexionar sobre la fallida
estrategia que ha mantenido el gobierno panista, a propósito del combate al
crimen organizado. Es decir, hay que pensar que una estrategia idéntica a la
actual, no la soportaría la sociedad mexicana ni siquiera un año. Pues la moral
pública sufriría el tiro de gracia (muy ad
hoc al tema) y en el ambiente social habría un efecto sumamente negativo.
En este caso el objetivo del nuevo
gobierno debe ser reconstruir lo destruido, es decir, primero la reconstrucción
de la confianza social, luego apoyar sin temor el desarrollo de una sociedad
civil organizada, el nuevo gobierno debe entender que una sociedad civil libre
y apoyada para su organización, da buenos dividendos: estabilidad social,
credibilidad a las instituciones y sobre todo un ambiente democrático en donde
el PRI pueda incluso ganar, por aquello de sus mañas antidemocráticas.
Por otro lado, en Chihuahua la
violencia parece desbordar al estado de derecho, más bien lo ignora, el
asesinato del líder del movimiento campesino de El Barzón, Ismael Solorio y su
esposa Manuela Solís, vuelve a inquietar a los defensores de los derechos
humanos y a los líderes políticos de oposición. Pero también es la prueba de
que la violencia de algunos grupos “con poder” sigue siendo la tónica en una sociedad donde por lo
general la impunidad vuelve a imponerse.
El momento del México actual, oscila entre la descomposición de su
aparato de seguridad y una democracia endeble, mala combinación para establecer
una democracia plena y garante de libertades. Mientras en Colombia hay un
esfuerzo tácito aunque aun nebuloso para buscar la paz, en México las cosas
parecen seguir el mismo rumbo: pura incertidumbre en todos los sentidos.